El Real Zaragoza saldrá en la segunda vuelta muy bien colocado para una empresa, la lucha por una de las plazas de promoción, para le que se ha postulado sin que nadie le regale nada. Su capacidad para superarse a las adversidades ha sido encomiable, potenciando sus virtudes y su juventud para esquivar momentos graves y competir enrabietado contra cualquiera. Sin embargo, el Huesca le vino grande primero porque Míchel leyó a la perfección el partido con un once que trufó de experiencia y sacrificio y porque el conjunto de Víctor Fernández, aun en su efervescencia, tiene grietas importantes en su estructura. Las plegarias del técnico casi suplicando futbolistas que tapen con garantías esas goteras son razonables y razonadas, aunque se queda corto en las peticiones porque además hay piezas que han dejado de servirle por mucho que intente encajarlas.

El rendimiento de Kagawa es cada vez más lastimoso. El japonés tuvo una nueva oportunidad como titular y la tiró a la basura. En ese sentido, Víctor comete un pecado ahora que había enfocado el equipo hacia los hombres y no los nombres, insistiendo en un profesional en declive que solo puede ofrecer detalles bonitos en una categoría que reclama productividad y constancia. El Real Zaragoza jugó con diez, literal, en el día menos indicado. Se aferró a una asociación con gol entre Puado y Soro, los mejores blanquillos, para confirmar su presencia en un encuentro que el Huesca pilotó a su antojo, mucho más aunque peor tras las expulsiones de Delmás y Guitián. Ferreiro, Rico, Sergio Gómez y Okazaki estrujaron el centro del campo y establecieron una distancia insalvable para que el Real Zaragoza pudiera contar con alguna posibilidad de puntuar en este pulso en principio tan emotivo y trascendental para acercarse más a la azotea de la clasificación. Lo lograron los azulgrana en el regreso a su mejor versión.

Existen muchos motivos para la satisfacción global, aunque hay que empeñarse en el necesario margen de corrección de cara al futuro. El Huesca impartió algunas lecciones. Bombardeó sin piedad la orilla de Delmás y tampoco se olvidó de la de Nieto. Los laterales descorchan en cada cita un entusiasmo elogiable, pero su provecho quizás sea para momentos puntuales y no para un largo trayecto. En la derecha hubo una sangría en la que se ahogó el propio Delmás con su expulsión. En la izquierda, Nieto sufrió todo tipo de inclemencias porque Kagawa no baja y Puado no siempre llega para las coberturas que el japonés descuida.

¿Fue una mala tarde? Por supuesto. No obstante, quedarse solo en esa verdad a medias es una peligrosa invitación a la complacencia siempre que el objetivo sea ambicioso. Se busca un mediocampista con tablas y un delantero físico. En el espejo cercano, Mosquera y Okazaki. Conducción templada y dilatación del ataque hiperactivo que el Real Zaragoza no posee aun con Luis Suárez como boya en constante combustión. A Guti y Eguaras les negaron el oxígeno y se acabó el equipo de Víctor Fernández, quien cansado ya de Kagawa puso a otro en el campo que tampoco da para mucho más. Igbekeme se ha perdido entre sus problemas físicos y una pizca de holgazanería incomprensible. Que Ros no sea titular por delante de ambos lo resulta aún más.

Ferreiro, otro que tampoco se entiende por qué no es fijo en el Huesca, y Sergio Gómez descerrajaron las bandas del Real Zaragoza. Pero hubo más cristales rotos en defensa: una pésima gestión colectiva en las amenazas a balón parado y dos faltas de Guitián que le enviaron a la ducha porque sabe que no puede permitirse los duelos por velocidad, mucho menos con Okazaki, quien retrató a Clemente en el primer gol con su pícara anticipación. Perdió el Real Zaragoza sin tragedia alguna ante un Huesca mejor y autoritario por fin después de su crisis de resultados. De este paréntesis negativo debe extraer conclusiones: que necesita al Vigaray más sano posible y que Kagawa e Igbekeme no son útiles en estos instantes. En cuanto al mercado de invierno, sí, lo previsto, y un central completo sin duda alguna.