Digan lo que digan, el fútbol tiene mucho de cinematográfico, sobre todo de western clásico. Por mucho que se empeñen los malos con cicatriz salvaje en el rostro en imponerse en el metraje con sus fechorías, por mucho que las balas silben en el desierto para instalarse en el corazón del protagonista, por muchos cuatreros que haya por metro cuadrado en el saloon , al final se imponen los buenos. Es una historia que debería aprender Víctor Muñoz de esa ficción real como la vida misma. Al técnico habrá que regalarle una colección de filmes del Oeste para que no se empeñe en desarmar al Zaragoza, exponiéndole a la derrota, situándole con una pistola de agua solo ante el peligro, solo ante una tribu de apaches en pie de guerra, solo y huérfano en plena estampida de una manada de bisontes ebrios de gloria como fueron los checos.

Una vez más, el técnico eligió mal en su noble pero erróneo criterio de resolver la eliminatoria con actores de relleno como el caso de Drulic o con Cani, que es una joven estrella que no termina de brillar en ninguna pantalla por esa tendencia a imitar la escuela de interpretación de chico frágil y desamparado que tan de moda puso Jeans Dean. Dejó a Galletti y Javi Moreno, como en la vuelta, entre bastidores. Cuando vio que Europa se le iba de las manos con un 2-0 de los checos que hacía inútil el gol de Generelo en la ida, Víctor recuperó al argentino y al delantero para otra reacción al límite, para otro intento desesperado por conseguir al menos un gol que permitiera resolver semejante desastre, otro fiasco en el continente, el tercero consecutivo tras los de Cracovia y Ginebra. La entrada de ambos se pedía a gritos desde la lógica, y una vez en el campo el Real Zaragoza recibió una transfusión de sangre. Fue otro. Fue bueno o simplemente mejor para rubricar otra de esas remontadas a las que se ha abonado esta temporada.

VELOCIDAD Y CENTROS Galletti imprimió velocidad, ofreció centros letales y se marchó cuando y como quiso de su marcador. Vaniak, el buen portero del Sigma, atrasó mientras pudo lo que se veía venir con manos milagrosas. Sin embargo fue Soriano, el bueno de Soriano, quien de un zurdazo anestesió a los fortachones y ambiciosos jugadores del Sigma, fruto de la superioriad ya latente de un Zaragoza en plena crecida. Ese gol descubrió la realidad, las diferencias abismales entre unos y otros, y en poco menos de un cuarto de hora, en la última recta del partido, el equipo aragonés se dio el habitual festín en las botas de Villa y Javi Moreno, que no fallaron en el área, y en un Savio que resucitó de entre los perdedores tras la puesta en escena de compañeros con mejor tono competitivo.

La verdad es que el Real Zaragoza estuvo fuera de combate. No sólo Víctor, porque al margen de sus fallos también hay que decir que los profesionales enmudecieron asustados por la empresa. Sus jugadores tuvieron una actitud complaciente, timorata, gelatinosa, sin personalidad ni carácter, rendidos ante el efusivo juego de los checos, que hicieron de su físico superior un argumento sin respuesta para los aragoneses. La lesión de Milito obligó a una recomposición forzosa, y Toledo se añadió al eje defensivo para que Aranzabal ocupara el lateral izquierdo. A este equipo le ocurre algo atrás. No es casual. En el primer tanto de Hudec se produjo una parálisis general que permitió que el checo marcara en plancha y a placer. Fue un golpe bajo y madrugador (m.11) que afectó mucho al Zaragoza, como si se hubiera vestido de luto, incapaz de relacionarse con el fútbol.

ENDEBLEZ La terrible sensación de endeblez se tradujo en una salida de Luis García que trajo además el pánico, un terror asumido. La escenografía apuntaba a la catástrofe y ésta se presentó puntual en el inevitable penalti del portero sobre Kobilyk. La distancia con Europa era más psicológica que material. Hacía falta un gol, pero sobre todo era necesario dar una imagen de equipo. En el momento que Galletti y Javi Moreno se dejaron notar, el Zaragoza no fue galáctico, sino homogéneo, razonable y superior al Sigma, ya desmontado. Hubo que esperar al final para disfrutar. Quizás a Víctor le gusten más las películas de suspense.