Para comprender los éxitos de Rafa Nadal, deportista ejemplar, sentado desde hace meses en la cumbre de la historia del tenis al lado de Roger Federer con 20 Grand Slams conquistados, siempre se ha puesto un énfasis especial en subrayar su fortaleza mental, su determinación, su capacidad de resistencia en los momentos más críticos y, al fin y al cabo, una cabeza privilegiada que hace funcionar un cuerpo esculpido concienzudamente con el tiempo y milimétricamente musculado para soportar enormes esfuerzos y jugar a una velocidad más. Durante gran parte de su carrera, Rafa ha tenido a su lado a su tío Toni, entrenador, familiar, mentor, educador y ahora, entre otras cosas, conferenciante del coaching y la psicología del deporte.

A diferencia de esa opinión tan extendida sobre el campeón de Manacor, solo parcialmente cierta, Toni Nadal resume su visión de otro modo, simplificando lo complejo y aportando un enfoque original. «He oído a mucha gente decir que la diferencia está en la cabeza. No es cierto. La diferencia está en el brazo. Es verdad que la mentalidad cuenta, pero lo primero que tienes que hacer es pegarle bien a la pelota». Su firmeza mental. Su dureza. Su educación. Y también su instinto de supervivencia en situaciones límite. Todo ha influido en su éxito, pero la principal fuerza de Nadal siempre han sido sus sobresalientes golpes, de menor elegancia y pureza técnica que los de Federer, pero magníficos, de amplísima gama y con pocas lagunas.

En estos meses de final del invierno y en los que vendrán de la primavera, que los mensajes se repetirán de manera insistente ante la extrema dificultad del momento, hemos oído y oiremos a muchas voces autorizadas del Real Zaragoza, especialmente en sus estratos de mando más alto a nivel técnico, deportivo e institucional, reclamar fortaleza a los futbolistas, una corriente social de energía favorable, apoyo y ayuda. Todo será bienvenido, desde luego, en la pelea por la permanencia en el fútbol profesional del club más importante de Aragón, metido en uno de los grandes líos de toda su historia.

A este punto ha llegado el equipo por una catastrófica configuración veraniega de la plantilla por parte de la anterior dirección deportiva, sobre todo en el frente de ataque, origen y causa principal de todas las dificultades, y por la benevolencia posterior en el juicio sobre la misma de la nueva dirección deportiva antes de afrontar el mercado de invierno, lo que impidió, por un error claro de valoración, buscar remedios verdaderos a los problemas verdaderos. Las declaraciones sobre el Toro Fernández, considerándolo el principal fichaje de enero, suenan hoy atronadoras y resultan plenamente delatoras.

La diferencia no va a estar en el apoyo social, de momento imposible salvo que se cumpla alguna de las reiteradas predicciones equivocadas de Javier Tebas sobre el regreso del público a los estadios. Aunque influya, la diferencia no está en la cabeza. Ni en el éter. Ni en el ruido de sables ni en la connivencia obligada. El problema es futbolístico: está en los pies. Hay que saber pegarle bien a la pelota. Justamente lo que le falta a muchos jugadores del Zaragoza.