Este pasado verano, con otra temporada en Segunda División en ciernes, el Real Zaragoza necesitaba volver a vender para equilibrar sus cuentas. Al final, el puzzle encajó con los traspasos de dos de sus piezas: Pep Biel al Copenhague y Alberto Soro al Real Madrid. Pudieron haber sido perfectamente otros con tiempos diferentes de mercado y en otras circunstancias, pero definitivamente fueron ellos. Se quedó James, el otro futbolista con más novias sin boda culminada, y se quedó Papunashvili, en torno a cuya suerte ya existían entonces discrepancias en el seno de la Sociedad Anónima.

El georgiano es un producto genuino de la factoría de Lalo Arantegui. El director deportivo apostó sin fisuras por su continuidad en la plantilla. Siempre lo consideró pieza clave para la temporada 2019-2020, hombre indiscutible para que la empresa tuviera éxito y un precioso activo para una futura venta. Su mala campaña anterior, salpicada por constantes lesiones y episodios que minaron su credibilidad interna y externa, había provocado que su valor se hundiera. El objetivo de la cúpula deportiva era que el futbolista recuperara el nivel de su primer año (ocho tantos en todas las competiciones, verticalidad, desequilibrio y mucho gol para un hombre de la segunda línea), que aportara un rendimiento continuo y elevado y que su precio volviera a inflarse hasta unos buenos millones de euros. Ya por entonces había quienes en el club discrepaban con ese razonamiento, habían perdido la fe y consideraban prescindible al jugador, cuyo mercado en el este de Europa siempre ha sido interesante.

Papunashvili se quedó. Después de 15 jornadas de Liga, su rendimiento está siendo muy bajo, aparcado en el banquillo con un rol de revulsivo, habitualmente para la última media hora. Giorgi no ha sabido hacerse con un hueco en el once titular ni con los numerosos problemas de lesiones que han afectado a los hombres de ataque en el inicio de Liga. Suma 296 minutos en nueve partidos, solo dos como titular. Todavía no ha marcado. Ahora mismo, está por detrás de Pombo, al que el Real Zaragoza puso en venta el pasado verano, y de Soro, un jugador traspasado al Real Madrid, cedido y propiedad de otro club. La progresión de Papunashvili se ha frenado. Aún es joven (24 años) y tiene tiempo de sobra para reencontrarse. Sus condiciones técnicas son buenas, aunque no consigue darles practicidad ni provecho material. A la vuelta de su selección tendrá nuevas oportunidades. Hasta ahora su expectativa está muy lejos de su realidad. De momento, ni rendimiento ni revalorización.