La SD Huesca está a años luz del Real Zaragoza. En una noche histórica para los oscenses, el grupo que entrena Natxo González tuvo que rendirse a la evidencia al margen de planteamientos tácticos más o menos acertados, de batallas estratégicas perdidas por uno y ganadas por otro. Los futbolistas son los que de verdad establecen las diferencias, y el conjunto de Rubi, en lo individual y en lo colectivo, es un señor equipo que aspira a todo. El entrenador zaragocista modificó el guión habitual para adaptarse a las exigencias del encuentro, con un centro del campo más musculado y Febas en el banquillo. Tenía su lógica esa fortificación para desenchufar a un adversario que se alimenta con glotonería en esa zona, pero no resultó. Sólo Guti entendió la fórmula, insuficiente frente a Aguilera, Melero, Sastre y Ferreiro, sustituto brillante de un Vadillo lesionado. El apagón que se pretendía forzar en la casa de enfrente se produjo en la propia. En todas las líneas, con errores defensivos de bulto (la salida de Christian Álvarez en el primer gol encajado) y una amnesia ofensiva que viene de lejos. Borja y Buff vivieron en su mundo y la pelea de Toquero quedó en un ejercicio tan honesto como improductivo, con Remiro de espectador hasta en el magnífico tanto de Zapater. El área del Huesca no recogió huella atacante de los blanquillos, más en blanco que nunca.

Buscarle las esquinas a la derrota, dolorosa por lo abultado y por producirse frente a un enemigo tan íntimo y próximo, conduce a una conclusión rotunda y simple: el Huesca es mejor, mucho mejor. El Real Zaragoza, que ya llegaba a El Alcaraz en crisis de juego y triunfos pese a sus siete jornadas invicto, no tuvo respuesta para nada, reduciéndose su figura a la de una frágil comparsa. No pudo con el Sevilla Atlético, colista, ni con la Cultural Leonesa, recién ascendida. ¿Cómo podía presentarse en esta cita con garantías de superarla con éxito? Quizás cambiando algunas cosas... Ese giro de su entrenador puede que achatara la profundidad y secara la fuente creativa. Puede, pero la verdad tiene mayor profundidad y, al mismo tiempo, resulta muy visible. El Huesca fue y es más agresivo, dinámico, voraz, ambicioso, flexible, vertical y maduro. Manejó los tiempos y el balón a una velocidad imposible para el fútbol parsimonioso del Real Zaragoza, impotente frente a ese torbellino insaciable.

El Cucho Hernández y Chimy Ávila, quien dejó a Gallar en el banquillo, fueron los ejecutores literales del triunfo de sus compañeros. Ante la dentadura postiza del Real Zaragoza, los sudamericanos mordieron en cada intervención, provocando auténticos seísmos por calidad y codicia. El colombiano, con 18 años, firmó un doblete; al argentino, desatado a sus 23, no hubo forma de atarle en corto. Las teorías que argumenten que Rubi ganó la batalla a Natxo dirán lo cierto. Toquero se ruborizó por, a su entender, la relajación indamisble de todo el equipo no de las decisiones de Natxo. Esta semana será larga, lo suficiente para trabajar en la cicatrización de una humillación en la plaza pública que no lleva a ninguna parte. Bueno, a una sí: reconocer dónde está uno y a lo que aspira.