La semana desemboca este domingo en una nueva jornada para el Real Zaragoza, esta vez en Málaga, ante un rival cuya posición en la tabla puede llevar a confusiones. Es uno de los conjuntos más en forma de la Segunda División, muy sólido en defensa desde el principio de la temporada y con una estupenda racha de resultados (una derrota en los últimos catorce encuentros). Si consigue sumar los tres puntos, el equipo de Víctor Fernández está ante otra buena oportunidad para dar un nuevo mordisco en la tabla con respecto a varios de sus enemigos y al único que le precede, el Cádiz.

La semana ha estado marcada por la renovación de Lalo Arantegui por cuatro temporadas, una apuesta firme y decidida del consejo de administración y la dirección general por la figura del ejecutivo y su modelo de gestión deportiva. Mientras la vida discurre, el equipo aragonés sigue en posición de ascenso directo y vislumbra en el horizonte ese anhelado sueño que tantas pesadillas ha provocado, el trabajo de planificación a medio y largo plazo del club continúa por una senda muy marcada.

La ampliación del contrato de Arantegui por un periodo amplio contiene varios mensajes. Principalmente refleja la total confianza de la Sociedad Anónima en su director deportivo, en cuya habilidad y olfato deposita el club su destino en un área principal: la deportiva y, por extensión, en una parte importante de la económica a través del buen tino para las inversiones en fichajes y la consiguiente revalorización de la plantilla. Pero la apuesta por Lalo también evidencia que el Real Zaragoza como institución solo responde ante sí mismo en este tipo de coyunturas, toma las decisiones de acuerdo a sus propias convicciones, es poco influenciable al ruido y lleva impávido el timón de la dirección de la entidad.