Whalley es el portero del Real Zaragoza. Víctor, el entrenador, está contento con sus actuaciones y le considera un estupendo futbolista, un profesional en periodo de aprendizaje con una gran proyección futura. La sombra del marroquí Bono, otro joven guardameta de muy respetable nivel, le persigue, pero si mantiene su nivel actual, será complicado que se vea desplazado de una titularidad que se ha ganado sin aspavientos y muy oportunas intervenciones.

El chico no solo defiende los tres palos. Se ha convertido de la noche a la mañana en una de las grandes esperanzas del club pero sobre todo de la afición. Lo que le avala son las garantías que ofrece. Nadie regala nada a un portero en La Romareda, un santuario donde los arqueros han sido crucificados con juicio previo o lapidaciones improvisadas. Sin embargo, en su ficha se lee que es zaragozano y aragonés, lo que hace que empatice aún más con la hinchada, poco acostumbrada a que esa plaza pertenezca a uno de la casa.

Whalley, nervio templado, altura eficaz, reflejos en el impacto cercano y serenidad de hielo, lleva ya ocho partidos jugados en Liga con el Real Zaragoza, seis de ellos esta temporada. Aunque acaba de comenzar, persigue así un reto personal y sentimental muy importante en la historia del club: antes, tan solo tres cancerberos aragoneses han logrado tener relevancia, César Láinez, Eugenio Vitaller y Manolo Villanova. Los dos primeros, a diferencia de Óscar, alcanzaron notoriedad en Primera División.

Láinez superó los cien partidos (103) en una dura lucha deportiva de la que no pudo desplazar en principio a Juanmi, heredero de Andoni Cedún e hijo de la Recopa. Las lesiones de rodilla le hicieron transitar por un auténtico martirio hasta que con 27 años y después de haber sido uno de los hérores de la Copa ganada en Montjuïc en el 2004, el capitán tuvo que retirarse sumido en la frustración de todo guerrero joven despojado del campo de batalla en plenitud.

Eugenio Vitaller disputó 76 partidos. A principo de los ochenta, logró desplazar a Irazusta un par de temporadas, la 82-83 completa y la 83-84, con Leo Beenhakker como gran valedor. El aterrizaje de Cedrún en La Romareda selló con candado sus opciones aunque consiguió ser, como relevo del vasco, campeón de la Copa frente al Barça. En los cuatro ejercicios posteriores que se mantuvo en la plantilla ya solo intervino en cuatro encuentros.

Manolo Villanova, extécnico también del primer equipo y hombre de club por los cuatro costados, llegó al Real Zaragoza en 1971 en plena madurez, con 29 años y una trayectoria plena de experiencias en Segunda con Mallorca y Betis. Colaboró en devolver al equipo a Primera, jugando 31 partidos y en los tres cursos posteriores tomó su testigo el asturiano Manolo Nieves para luego cedérselo a Irazusta. Villanova jugó en en total 51 encuentros.

Alcolea, Zaparaín y Rubén Falcón, los otros tres aragoneses que han guardado la portería del Real Zaragoza, tuvieron un paso testimonial por un puesto que ahora es propiedad de Whalley, que comparte poco con sus antecesores más ilustres. Láinez y Vitaller eran puro nervio, actores de reacciones veloces. Whalley, con nada menos que 192 centímetros y 20 años, mejora el dominio del juego aéreo y exhibe una curiosa estampa de paz espiritual. Su camino acaba de comenzar para triunfar en la portería del Real Zaragoza siendo de la casa. Casi nada.