El Zaragoza se llevó un revolcón de Primera ayer en Calatayud. En San Íñigo se encontró de frente con un equipo superior, poderoso físicamente, imponente en el juego aéreo, robusto en cualquier disposición. Como diría Loquillo: feo, fuerte y formal. Así es el Leganés de Pellegrino, que le enseñó al de Idiakez distancias y debilidades. Le aplastó en el juego aéreo y le condenó por cada error grave. Fueron unos cuantos, tanto a balón parado como en las coberturas. Sufrió en los centros laterales y en la salida de balón, aprendió en fin lo que le viene en dos semanas, competición pura y dura. En el entretanto dejó la exquisitez de Alberto Soro, que se marcó dos detallazos y otro buen gol con el primer equipo.

No hay mejor premio para un futbolista que comprobar que su entrenador recompensa el trabajo y el talento. Lo ha hecho repetidamente Idiakez en esta pretemporada de ausencias. Obligado a mirar y probar, a buscar tantas soluciones futuras como remedios inmediatos, ha encontrado algunas perlas de valor. En la Ciudad Deportiva, visto está, hay tesoros a la vista. Uno es Soro, el futbolista al que le bastó un minuto en el campo para tumbar a la Real Sociedad. Solo jugó dos y el descuento, así que el técnico le regaló ayer la titularidad ante el Leganés. Jugó muy arriba, de delantero, lo que modificó por primera vez esta temporada la posición de Pombo.

Idiakez le había dicho al tigre en los primeros días de la pretemporada que lo quería afilado en ataque, bien cerca del gol. Ayer lo acercó a la zona de construcción, en la punta alta del rombo, ese lugar que acabó siendo de Papu la pasada campaña, que en este periodo debería ser de Buff. No anduvo fino el suizo ni en Tarragona ni en Tafalla ante la Real. Quizá por eso probó con el zaragozano en esa zona en la que puede lucir regate y pase. Lo hizo en los primeros minutos, en los que primero buscó la portería con un disparo zurdo y armó luego una contra con Delmás que quiso Jeison pero acabó en córner.

Dominó el Zaragoza el juego un cuarto de hora, hasta que Aguirre perdió la espalda y Cristian tuvo que interrumpir la jugada que pareció el primer tanto del Leganés. No tardó en llegar. En el minuto 18, Ezequiel remató con comodidad un saque de esquina y cambió el guion del partido. Le hizo tanto daño el gol al Zaragoza que dos minutos después, aturdido, estuvo a punto de encajar el 2-0 en otro córner rematado por el mismo futbolista. En el minuto 23, grogui, Ojeda convertía a placer una incursión de Avilés por la izquierda.

Los últimos minutos de la primera mitad se abrieron como un suplicio para el equipo aragonés, inferior en el juego posicional y en la batalla física. El tono defensivo del Leganés es de primera, sin fisuras en el balón parado. Ayer presumió, además, de dos hombres de banda que lo crujieron a la espalda de los laterales, sobre todo Avilés, que le hizo pasar una mala tarde a Delmás.

Al otro lado, solo Pombo mantuvo al Zaragoza presente en el partido, hasta que apareció la joya del verano, Alberto Soro, que se movió entre las fornidas piernas rivales y supo mantenerse en pie hasta encontrar un espacio para el disparo. Fue un movimiento de genio, de jugón, celebrado con la mesura propia de los mejores, de esos pocos que entienden el fútbol tan fácil que no les parece gran cosa lo que hacen. Sí lo es, desde luego, en este caso. Es un futbolista especial, que sabe encontrar los espacios para acariciar el balón.

Dice Ramón Lozano, el coordinador de la Ciudad Deportiva, que es «uno de esos futbolistas que gusta a todos». Así será. Así fue en Calatayud, donde despertó admiración en la grada, no solo por su gol sino por su exquisito trato del balón. Los dos aspectos le valieron al Zaragoza para congraciarse con un partido que, por momentos, pintó bien oscuro ya en la primera parte. Sin embargo, le llevó hasta el descanso recompuesto en su figura.

Un grave error de Verdasca en el minuto 7 de la segunda mitad supuso el tercer tanto del Leganés. El portugués, otra vez mediocentro, falló un control que recogió Gabriel. Le regaló el segundo premio a Ojeda mientras el Zaragoza todavía ajustaba sus nuevas piezas, con descanso para Muñoz, Ros y Medina, los tres por debajo del ritmo mostrado tres días antes ante la Real. James se acomodó en el interior junto al incansable Nieto y Pep Biel empujó a Pombo hacia delante, junto a Soro.

El fútbol fue bien otro entonces, con menos opciones, con un Leganés en plan primera, severo, estricto en cada detalle, muy profesional, competitivo. Duro de pelar, para que se entienda bien. Apretó al Zaragoza en todo el campo, sin dejarle opciones para imaginar. Pombo probó a Serantes nada más empezar y después Nieto terminó una contra con la zurda, justo antes de que Carrillo marcara el cuarto tanto del Leganés. Lo hizo Carrillo con ayuda de Diego Aguirre, que no terminó de cerrar en la ayuda. Ahí se acabó un partido que regaló los minutos del carrusel final para los que aún no son Pombo. O Soro, que cualquiera sabe. Baselga, el gol del futuro, estrelló en el larguero un precioso movimiento de Raí, Torras mejoró a Verdasca y Clemente volvió a demostrar, y van todas esta temporada, que el fútbol tiene poco que ver con el carnet de identidad. Y no solo por el gol, ese que fue el 4-2 antes de que Carrillo hiciera el quinto para cerrar el revolcón.