En su examen más complicado, el Real Zaragoza sacó nota suficiente para llevarse su trofeo a casa. Sin un pero en lo referente a la suma de méritos globales. Fue la viva imagen de Javi Ros, un equipo infatigable, cooperante, hacendoso y voraz en la presión adelantada para hacerle el nudo en la garganta al Alavés en cuanto intentaba la salida aseada del balón, siempre afeada por la asfixia. En la base de la conquista se pudo leer el nombre de Cristian Álvarez, majestuoso en la tanda de penaltis al detener tres disparos: lanzándose al vacío, a mano cambiada y de rodillas. El argentino es un fenómeno y una fortuna de incalculable valor para el conjunto aragonés, el mejor fichaje cada verano. Qué bueno que vino y se quedó. En ese epílogo para mentes frías, se reivindicó Jorge Pombo, quien desde su condición de pieza en venta se permitió un tiro a lo Panenka con su sello personal. La pelota burlona iba con mensaje incluido y La Romareda, que adora a los artistas con ramalazo rebelde, se rindió a su pies en una noche completa que premió a quien lo merecía.

El encuentro en sí tuvo en el vigor del Real Zaragoza su principal valor. Víctor Fernández diseñó el once titular que debutará en Liga contra el Tenerife y Clemente, recurso frente a las bajas de Atienza y Guitián, argumentó ante el jurado popular por qué merece esa oportunidad: despojado de rubor alguno, habló de sí mismo con contundencia, flema y el descaro de un central veterano capaz de enfriar el balón en los pies haya o no incendios en su parcela. Pero si alguien destacó en un partido sin apenas circulación en las áreas, en una cita de verano con mucha gasesosa, fue Javi Ros. El entrenador tiene un problema en esa posición porque Eguaras no alcanza la velocidad de crucero de sus mejores tiempos y necesita una alternativa con más experiencia que Guti, jugador destinado en el futuro a esa posición de mando. Fiel a la camiseta y a sus compañeros, el centrocampista formado en la Real Sociedad completó una actuación portentosa dentro de un ecosistema hecho para sus cualidades.

Ros se incrustó como una joya en el anillo y no dejó de brillar en esa faena de la que tanto disfruta desde la humildad y que consiste en estar en el lugar adecuado a la hora señalada. Realizó todo tipo de recuperaciones, le cayeron balones como si tuviera el empeine imantado y se sacó de la chistera pases de 5 a la antigua como una asistencia para la ruptura de Soro que el canterano no supo resolver solo ante Pacheco y su brazo de Mr. Fantástico. Esta edición del Memorial Carlos Lapetra, eso sí, hecho de menos a Luis Suárez y sobre todo a Dwamena, la pólvora en rama. El primero se sigue sacrificando fuera de entorno natural, el ataque a toda máquina, y pierde chispa, y el ghanés se enredó en una de esas noches sin fin en lo individual. Sin ellos, la temática se centró en el brío en la medular y en la firmeza atrás, cuestión en nada baladí contra un adversario de Primera.

Con los elogios que merece el empate, el comportamiento colectivo para igualar las fuerzas y la victoria final desde los once metros, las necesidades siguen vigentes. En esta ocasión se volvió a hacer palpable el vacío en el juego interior, sin último pase, lo que tiene al Real Zaragoza muy lejos todavía de las formas de un equipo de los pies a la cabeza.