El Nuevo San Miguel, el campo del Fuentes, apenas vio un partido de Miguel Linares, que dio sus primeros pasos en el campo viejo. Este municipio próximo a Zaragoza saborea el ver a un hijo criado en esas calles y formado en el equipo que ahora milita en Regional Preferente cumplir el sueño de vestir la camiseta del Zaragoza. El sábado, en las gradas de La Romareda, había una nutrida presencia de vecinos y, por supuesto estaban su mujer, Nazaret, y sus tres hermanos, José Antonio, Eva y Francisco Javier, con Lourdes, Júnior y Ana, sus respectivas parejas. «En La Romareda había muchos de Fuentes y me sentí muy feliz de ver a tanta gente feliz. Sé la ilusión que tiene todo el pueblo de verme en el Zaragoza», dice el futbolista.

No son pocos los Linares en Fuentes. Eran ocho hermanos en la familia de Antonio, camionero de profesión y zaragocista de pasión, y son hasta 19 primos hermanos. Uno de ellos, Jesús, es el actual presidente del club. María, la madre de Miguel, también pertenecía a una familia amplia, con siete hermanos más. No le faltan primos al jugador en su pueblo. Ni sobrinos. Hasta seis tiene ya, dos de cada hermano, que no paran de jugar en la soleada mañana de domingo con Elsa y Adriana, las hijas mayores del ariete, y con Miguel, el pequeño de cinco años que ya da sus primeros pasos en la Escuela de Fútbol del Sala 10. De hecho, su padre no tarda en mostrar un vídeo del niño lanzándose al suelo a por un balón. Ahí hay madera, sin duda.

Al fútbol sala jugó mucho y bien José Antonio, que llegó hasta el Roldán Pastor, como así se llamaba el Sala 10. «En nuestra familia había afición, pero el primero que jugué fui yo, me lo tenía que llevar a entrenar a Miguel muchas veces, porque se ponía cabezón. Siempre me dice que no se perdía un partido mío. Me enfadaba con él porque si hacía frío también me lo tenía que llevar», explica José Antonio, ocho años mayor que su hermano. «Él era muy bueno también. A mí me han llegado a decir que ponía los pelos de punta con las cosas que hacía», tercia Eva.

Por entonces, Antonio era directivo del Fuentes, cargo que dejó cuando sus hijos empezaron a formar parte de las categorías inferiores. Javier, por ejemplo, se quedó en juveniles. «Ahí lo dejé. Miguel no dejaba el fútbol, las fiestas le daban igual. Cuando venía con los juveniles y yo estaba, el único que no salía por las noches era él», explica con orgullo el mediano de la familia.

TRABAJO Y FÚTBOL

«Mi padre se empezó a creer lo de Miguel, cuando vio una noticia que lo seguía el Madrid», recuerda José Antonio. Entonces, Miguel ya empezaba a compaginar trabajos, en la fábrica de aluminios, de carpintero o recogiendo alfalfa de madrugada, que le permitieran seguir en el fútbol. Saúl Peiró, hijo de Jorge, entonces presidente del Fuentes, era y es su mejor amigo: «En alevines e infantiles ya empezamos a jugar juntos y él fue campeón de España de fútbol sala con el Pina, en cadetes. Siempre destacaba, siempre marcaba goles. Yo jugaba como él de delantero, éramos los que más goles metíamos en el colegio».

A Saúl lo puso Ramón Lozano, técnico del Fuentes en la 01-02, como central y Linares pasó a jugar en punta de lanza. Ambos fueron al final de esa temporada a la Ciudad Deportiva a probar en un entrenamiento con un filial en el que estaban Manolo Villanova en el banquillo y Cani con las botas puestas. «No nos llamaron a ninguno. Miguel se fue al Utebo un año más tarde y lo repescó el Zaragoza B tras ser el máximo goleador de Tercera. Su sueño siempre ha sido jugar ahí, lo tenía que haber hecho mucho antes».

Las puertas de la Ciudad Deportiva se le abrieron en el 2004, en un filial en Segunda B que llegó a jugar el playoff de ascenso contra el Madrid de Arbeloa, Soldado o De la Red. «Si hubiera llegado al filial un par de años antes... Llegó con la presión de tenerla que romper ese año y no se quedó», se lamenta José Antonio. «Llevábamos todos esa espina del Zaragoza igual que la llevaba también él», añade su hermana Eva.

Tuvo que dar mucha vuelta para lograr ese regreso. Huesca, Barbastro, Alcoyano, el debut en Segunda con 27 años en el Salamanca, Elche, Recre, Oviedo y la amarga experiencia desde el verano pasado en el Reus, con una crisis que le abrió la puerta a regresar. «Desde el primer momento que nos comentó la opción sabíamos que se podía dar. Siempre ha tenido las ideas claras y era ahora por fin el momento. Le llamaron cinco o seis equipos de la categoría y el que más abajo estaba era el Zaragoza. Pero lo tenía clarísimo», afirma José Antonio.

«Hasta ahora venía cuando podía, dos o tres veces al año, en Navidades, verano y poco más. Ahora lo tenemos mucho más cerca», dice con satisfacción Javier, que como sus dos hermanos y sus familias viven en Fuentes. Miguel lo hace en Zaragoza.

LA OVACIÓN DEL SÁBADO

Regresó Linares para vestir por primera vez esa camiseta ante Las Palmas y para recibir una calurosa ovación el sábado en su estreno en La Romareda contra el Albacete: «Julián (Delmás) me dijo que se había caído el estadio cuando había salido, pero coincidió con que tuve que bajar al área a un córner a toda velocidad y no me dio tiempo de disfrutarlo. He visto vídeos y me dan una alegría inmensa. Este sueño que estoy viviendo es increíble. Ojalá acabe jugando el Zaragoza y yo en Primera División», desea Linares.

El delantero no paraba ayer de recibir mensajes de felicitación de sus vecinos por su primer partido en La Romareda, un estreno donde hubo muchos que no le quitaron ojo: «El ambiente fue una pasada. Habíamos ido al Tartiere, pero esto no tiene nada que ver. Con el sentimiento, con la grada ahí, fue increíble. No está el Zaragoza en su mejor momento, pero en todo lo que pueda ayudar va a dar el máximo. Ahora tiene la posibilidad de retirarse en el equipo de su corazón. Me da rabia que siempre se diga lo de los 36 años, si no ha tenido ni una lesión muscular en su vida», sentencia José Antonio, mientras su sobrino Miguel no para ni un instante con el balón correteando por el césped artificial de un campo en el que su padre dio sus primeros pasos, también como verdugo con el Utebo y el Barbastro. Ahí empezó todo. Ahora por fin sigue en La Romareda.