—¿Cree que ha caído de pie en Zaragoza?

Sí, lo noto. Llegué a un sitio nuevo en el que no conoces nada, pero sabes que la gente vive mucho el Zaragoza y el fútbol y que si no caes con buen pie o de primeras te meten caña, tienes que saber llevarlo. Estoy agradecido de cómo se comporta la gente conmigo e intento devolverles ese cariño en el campo.

—¿Ha notado diferencia respecto a sus anteriores experiencias?

Sí, sobre todo en la repercusión que tiene el Zaragoza, su significado social. Es una masa enorme, incomparable con Sabadell o Mirandés, poblaciones más pequeñas. Se nota mucho el cambio, tanto futbolístico como lo que genera todo. Los medios, el material, el trabajo... Todo se nota.

—¿Se siente una pieza clave en el engranaje del equipo?

No me siento un futbolista fundamental, pero estoy teniendo la suerte de contar con minutos y sí es verdad que me siento importante en cuanto a lo que es el juego del equipo. La idea del míster me gustaba en lo que respecta a tener el balón, encajaba, y en ese aspecto me siento muy contento.

—El puesto en el que juega guarda muchas veces la llave de los partidos, tanto con el balón como en el equilibrio defensivo.

Está claro, por supuesto. Cuando tienes el balón te sientes liberado para esa responsabilidad de iniciar el juego de ataque, pero sin olvidar el trabajo defensivo. Es una posición en la que te encuentras solo y tienes que hacer un gran despliegue.

—Su entrenador le metió caña públicamente a principio de temporada, cuando dijo que tenía un potencial enorme pero que necesitaba mejorar en tareas defensivas. ¿Cómo lo asimiló?

Sus palabras me llegaron y en parte las agradecí porque hicieron sacar lo mejor de mí. Yo ya sabía que lo que me costaba más era defender. Hubo partidos en los que no jugué o era un cambio rápido, incluso en Huesca me quedé sin convocar. Ese día se produjo el clic en mi cabeza, me di cuenta de que si no cambiaba eso podía seguir en la grada una semana, dos, tres...

—¿En ese trabajo defensivo le cuesta más por posicionamiento o por agresividad?

Yo creo que lo que me falta es ir con la fe de hacerme con el balón. Sé que a veces soy demasiado frío, blando incluso. El despliegue físico lo tengo, pero como me gusta llevarme el balón tan limpio, muchas veces peco de ello. Me falta ser un poco más agresivo en algunas jugadas y lo sé. En ese aspecto agradezco, entre comillas, que el míster me metiese esas puyitas.

—¿Está satisfecho de su crecimiento durante esta temporada?

Yo sabía que venir aquí me iba a suponer madurar futbolísticamente, que tenía cualidades, que podía mejorar. Los errores los he ido minimizando, pero todavía me queda un margen de mejora.

—¿Está de acuerdo en que juega mejor cuando lo hace solo por delante de la defensa?

Todo va según características. Te sientes más cómodo porque sabes que todo el juego va a pasar por ti y no estás dependiendo de la persona que tienes al lado. Al final, te sientes más cómodo individualmente para generar situaciones. Sí que es verdad que tenemos la suerte de jugar en rombo, pero en otros equipos he jugado con dos, incluso con tres. Pero sí, me siento más cómo jugando así, yo solo.

—¿Ha salido completamente satisfecho de algún partido esta temporada?

Sí. Ha habido días que he estado intermitente, pero también algunos buenos. El Numancia en casa, el Oviedo allí...

—El contraste de esos días se encuentra, por ejemplo, en Cádiz, cuando le colocaron un perro de presa persiguiéndole todo el partido.

Semanas atrás ya veníamos hablando de que cabía la posibilidad de que me pusieran un hombre encima. Me había ido pasando, pero no tan exagerado como en Cádiz. Enseguida me di cuenta de que iba a tener un hombre encima todo el partido, hiciera lo que hiciera. En esas situaciones te sientes un poco al margen del juego, sabes que no vas tocar balón por mucho que te muevas. Te sale una sensación de rabia, impotencia por no poder entrar en juego.

—¿Cuál es la forma de contrarrestarlo?

Contra el Albacete también se vio al principio del partido que no podía recibir, pero trabajamos para que el resto del equipo pueda iniciar esa jugada ofensiva. Tenemos un centro del campo con una calidad brutal, los de atrás también nos pueden dar, la gente de arriba...

—¿Qué es hay que hacer en esos casos?

Te sales de la posición y estás generando espacios para los compañeros. Cuesta un poco porque también quieres sentirte partícipe del juego.

—¿Siempre ha jugado de mediocentro?

De pequeño jugaba de delantero, pero desde que me fui a Bilbao ya jugué en el centro del campo. Estos años en Segunda he ido variando entre el pivote y el interior, pero como mejor me siento es de pivote.

—Salió muy pequeño de casa, a los 12 años ya estaba en el Athletic. ¿Eso endurece?

En Bilbao eso te lo enseñan desde el principio. Te hacen aprender lo que es la vida. Te metes en una residencia y vas madurando poco a poco. Al fin y al cabo, estás sin tu familia, dependes de los compañeros. Como quien dice, desde pequeño me independicé y fui cogiendo cosas de hombre. Cuando crecí, esas cosas las noté mucho.

—¿Qué le pasa con el gol? Nunca ha hecho muchos, pero resulta raro que no haya marcado ninguno esta temporada.

Aparte de que no estoy tirando mucho, cuando lo hago tampoco me está saliendo bien. No le doy muchas vueltas porque no soy un jugador que le importe mucho el gol.

—Igual marca el del ascenso.

Ojalá. Firmo ahora mismo marcar solo un gol en todo el año y que sea el del ascenso.

—En La Romareda sí ha marcado, y un golazo.

Sí, con el Mirandés. Fue un despeje de Bono de una falta que la enganché de volea desde una buena distancia. Lo mismo la podía haber sacado del estadio, pero entró.

—¿Se empieza a notar la tensión de que llega el final?

No hay tensión, hay ilusión, felicidad por saber que en diciembre estábamos abajo y que en una semana, la semana de Navidad, cambió todo de forma radical. Hemos hecho 40 puntos en esta vuelta, que es una barbaridad, y dependemos de nosotros para ascender.

—¿Puede explicar por qué se produjo ese cambio?

A veces los cambios no tienen una explicación concreta, aunque hoy en día, cuando llega la hora del partido, me siento superior. Sé que el otro equipo puede estar atacando y atacando, pero que vamos a llegar una vez y la vamos a meter. Me siento con fe, muy seguro de lo que es el equipo.

—Cuando se llega a esta circunstancia a dos jornadas del final, ¿hay que conformarse con acabar en la sexta plaza o ser ambicioso y buscar la tercera?

Yo siempre ambicioso, siempre. Quedando tercero tienes el partido de vuelta en casa. Nunca sabes lo que es mejor, pero hoy en día La Romareda es un fortín.

—Varios exfutbolistas han asegurado que el estadio puede subir al Zaragoza a Primera. ¿Está de acuerdo?

Ya se ve antes de empezar el partido, cuando oyes cantar el himno y notas el ambiente. Cuando sales al campo, como he dicho antes tienes esa sensación de sentirte superior al rival. No es que seamos once, es que somos muchos más. Al final, cuando sales al campo tienes la sensación de que el primer gol ya lo has metido.

—¿Cómo ve el partido del domingo?

Sabemos que el Valladolid llega en una buena dinámica, que dependen de ellos mismos, pero nosotros estamos con muchas ganas, sabiendo que con una victoria estamos dentro.

—¿Sabe que ha ganado en La Romareda cinco de las últimas seis veces? La otra empató.

Sí, conocemos el dato. Llega en buena racha, ha ganado en las tres últimas salidas, viene con el pichichi de la categoría... Es un conjunto muy peligroso.

—¿Hablan mucho del ascenso en el vestuario?

Estamos muy centrados en lo que es el playoff. Está claro que el ascenso sería algo enorme porque ahí dentro estamos muchos que no hemos vivido una situación así. A todos nos hace mucha ilusión, además, jugar en Primera.