Antonio Rodríguez, Rodri, llega hoy a La Romareda para sentarse en el otro banquillo, en el del enemigo, pocos meses después de hacerlo como segundo entrenador del Zaragoza que dirigía Raúl Agné. Con el míster de Mequinenza, de quien había sido ya segundo en el Girona y en el Cádiz, llegó a finales de octubre, aunque un poco más tarde puesto que Rodri tuvo que desvincularse del Anorthosis chipriota y se marchó el 19 de marzo tras aquella derrota de triste recuerdo contra el Sevilla Atlético. Hoy regresa como entrenador del Nástic, del que cogió las riendas siendo el técnico del filial tras la destitución de Lluís Carreras, de forma momentánea, en teoría, aunque está a prueba. Si el equipo reacciona en los próximos partidos, seguirá. De momento, ya logró que ante el Albacete llegara la primera victoria.

«Para mí tiene algo especial volver solo unos pocos meses después, allí se me trató muy bien y dejé grandes amistades como el doctor Honorio, Belsué, Zapater, Cani, Ros, Álex Monserrate...», comienza diciendo. Tanto Agné como él se marcharon en silencio tras cuatro meses y medio en los que no lograron que el Zaragoza reaccionara. «Al llegar a un equipo con una plantilla ya hecha, a un club tan grande, no es fácil. Fuimos capaces antes de Navidad de levantar el vuelo. Después, merecimos más y no logramos puntos, llegaron golpes duros como ante el Córdoba, el Lugo o el Sevilla Atlético y el estado anímico se resquebrajó, todo se empezó a complicar», relata.

Rodri, de 46 años, nacido en Barcelona y que como jugador militó en el Teruel, no niega esa espinita clavada por esa experiencia junto a Raúl Agné en La Romareda. «Me dio lástima por mí, pero sobre todo por Raúl, hizo todo el trabajo que pudo, era su casa y estaba muy ilusionado».

No quiere entrar mucho en lo vivido en sus últimos meses aquí, cuando el Zaragoza, sobre todo tras la salida de Narcís Juliá, perdió su fe en Raúl Agné y solo esperaba una reacción para salvar la temporada que no llegó. La tuvo que llevar a cabo César Láinez en las últimas 12 jornadas.

«En la confianza del club en nosotros no puedo entrar, porque yo estaba a las órdenes de Raúl. Él en ningún momento agachó la cabeza y se desanimó. Siguió peleando. La marcha de Narcís y Albert Valentín (secretario técnico) fue algo complejo para nosotros, porque habíamos venido con ellos. Quieras o no, eso influye. Eso sí, siempre tuvimos la libertad de poner a quien Raúl quería y el club no interfirió en ello. En ese sentido, el Zaragoza se portó bien. Ninguna queja», explica.

Sin temor a bajar

Se marcharon con el Zaragoza tras la jornada 30 a solo tres puntos de la catástrofe de bajar a Segunda B. ¿Temían ellos por el descenso? «Con el potencial, la afición y los jugadores que había nunca pensábamos que podía llegar ese descenso», sentencia Rodri, para el que el problema del Zaragoza el curso pasado era sobre todo mental más que físico. «Había jugadores con una cierta edad y tardaban más en recuperarse, pero no era una excusa. El equipo anímicamente sí acusaba los palos duros de resultados».

Tras la salvación sufrida con Láinez a los mandos, el Zaragoza hizo una profunda revolución de la que solo siguen cuatro jugadores que coincidieron con Rodri. En concreto, Zapater, Javi Ros, Valentín y Ratón: «Lo más normal es que cuando las cosas no van renueves la plantilla, es algo lógico. Creo que el club ha acertado con Natxo González, es un tipo que trabaja bien a sus equipos, que les hace jugar bien y defender con mucho orden».

Ese Zaragoza tiene que vivir con la obligación de subir ahora con una plantilla joven: «Cuando te pones esa etiqueta de obligación de subir o la que supone el nombre, esa presión es perjudicial. Esa presión añadida de la historia y del escudo pesa. Pero el club es como es y el socio quiere recuperar lo que tuvo. El Zaragoza supone responsabilidad y repercusión y eso los futbolistas lo acusan, saben que un buen resultado o uno malo conllevan muchas cosas. Eso se nota».

A Rodri, recién aterrizando, no le ha dado mucho tiempo de examinar a su enemigo de hoy, aunque sí lo suficiente. «Merece más puntos de los que lleva. Me gusta mucho Borja, pero Buff también. Zapater, Eguaras, Ros, los laterales son profundos… Es un bloque completo y con alternativas», dice el entrenador del Nástic, que tiene ahora su gran oportunidad: «Lo que quiero es ayudar al club al máximo. Si la cosa va bien y llegan buenos resultados y todo el mundo está contento y sigo, pues perfecto». Su siguiente prueba es hoy, en tierra conocida.