--¿Aún le llaman 'Pitico'?

--Mis amigos sí. Cuando nos juntamos viejos amigos en alguna reunión, todos me llaman así.

--¿Quién se lo puso?

--César, el entrenador. A mí en Galicia me llamaban Pitín, pero como aquí acaba todo en 'ico', me rebautizó y ya se me quedó Pitico para siempre.

--¿Y por qué 'Pitín?

--En mi tierra son muy comunes los apodos y los diminutivos, aunque no sé la verdadera razón. Yo quiero pensar que como allí a los pollitos les llaman pitos, y yo iba detrás de ellos, pues salió lo de Pitín.

--¿Qué relación guarda con el mundo del fútbol?

--Soy un gran aficionado del Zaragoza, pero no tengo ningún contacto con el club en absoluto.

--Llegó al Zaragoza en el año 59. ¿Lo recuerda?

--Claro. En La Coruña, donde yo vivía y jugaba, había una persona que tenía una sucursal, una tienda de géneros de punto, de García Muniesa, que era vicepresidente del Zaragoza. El encargado de esa tienda fue el que me recomendó a García Muniesa, que envió a Rosendo Hernández a observarme. El traspaso se produjo en La Romareda, en un partido amistoso que se hizo exclusivamente para probarme. Después el equipo se marchaba a Bilbao, pero ese día ya dejé la disciplina del Deportivo. Y desde entonces hasta hoy. Encantado.

--¿Cómo fue su aterrizaje?

--Tengo una anécdota muy buena. Yo estaba haciendo el servicio militar voluntario y el día que llegué aquí me dieron prófugo. Así que tuve que coger un avión y marcharme para La Coruña inmediatamente. Allí permanecí un mes hasta que se arreglaron los papeles y me trasladaron a Zaragoza. Ya acabé la mili aquí y solo tuve que volver para entregar la cartilla militar.

--En sus diez años en el Zaragoza vivió una época de esplendor, incluidas las mejores temporadas de la historia.

--Sí. Yo diría que el esplendor es del 62 al 67. Tuve la gran suerte de vivir la época dorada y de jugar dos Mundiales. Para mí fue una satisfacción, estoy muy orgulloso de mi carrera deportiva.

--¿Eran conscientes del equipo que se estaba formando y de la repercusión que tendría?

--Éramos jóvenes con muchísima ilusión y, claro, con aspiraciones de llegar a ser algo en el fútbol, pero jamás creímos que íbamos a poder formar un equipo como el que conseguimos. Buscando individualidades es fácil explicárselo. El director de orquesta era Carlos Lapetra, encauzaba y dirigía el juego, pero había grandes jugadores a su alrededor. El único problema de aquel equipo, la única pena, fue no haber ganado una Liga. Después había otro gran problema en esa época: siempre jugábamos los mismos y eso al final nos pasó factura.

--Compartía la banda izquierda con Lapetra.

--Sí, aunque Lapetra no era extremo. Él jugaba en el centro del campo y distribuía el juego. Sabía que cuando él cogía el balón yo tenía que ir hacia delante porque me la iba a dar. Estábamos compenetrados, era una cosa instintiva y quizás por eso aún hoy en día me dicen que fui el pionero del carrilero. Y yo era más extremo que defensa.

--Se le recuerda como un jugador muy profesional, con personalidad y raza.

--Yo tenía la gran suerte de tener muchas facultades. No era un jugador violento, era más bien técnico. En cuanto a personalidad, creo que cada uno en el campo demuestra la realidad de lo que es. Uno transmite su vida en el campo, en el juego. Yo siempre me comporté como me enseñaron y me fue muy bien en todos los sentidos.

--¿Llegó a ser el capitán de la selección española?

--Sí, en varias ocasiones. Una vez me tocó como capitán en Checoslovaquia y en la formación de los equipos estábamos esperando el himno pero no lo tocaron. Sonó un himno, pero no era el de España. Al llegar a la caseta nos echaron una bronca tremenda. Estaba el delegado de deportes, que era Elola Olaso, y el presidente de la federación, muy enfadados porque habíamos hecho la formación sonando el himno de Riego. ¡Pero si nosotros no teníamos ni idea de lo que era el himno de Riego!

--Jugó dos Mundiales, 62 y 66, cuando no eran los macroeventos que se ven hoy.

--Para que se hagan una idea, en el primer Mundial que jugué, el de Chile, los partidos se veían en España en diferido dos días después. Y en el de Inglaterra vivimos por primera vez las repeticiones de las jugadas, que hasta entonces tampoco existían.

--¿El del 66 debía haber sido el Mundial del Zaragoza?

--Sí, fue el mayor pecado que se cometió. En Inglaterra, que habían visto el famoso partido que hicimos contra el Leeds, nunca se explicaron por qué la base de la selección no era el Zaragoza. Fuimos Lapetra, Marcelino y yo, pero jugadores como Villa, Santos o Violeta no fueron y nadie se explicaba por qué. Fue el Mundial de los italianos: Peiró, Del Sol y Luis Suárez. No se acoplaron y eso perjudicó mucho a la selección.

--Se le recuerda como un jugador muy profesional, con personalidad y raza.

--Yo tenía la gran suerte de tener muchas facultades. No era un jugador violento, era más bien técnico. En cuanto a personalidad, creo que cada uno en el campo demuestra la realidad de lo que es. Uno transmite su vida en el campo, en el juego. Yo siempre me comporté como me enseñaron y me fue muy bien en todos los sentidos.

--¿Llegó a ser el capitán de la selección española?

--Sí, en varias ocasiones. Una vez me tocó como capitán en Checoslovaquia y en la formación de los equipos estábamos esperando el himno pero no lo tocaron. Sonó un himno, pero no era el de España. Al llegar a la caseta nos echaron una bronca tremenda. Estaba el delegado de deportes, que era Elola Olaso, y el presidente de la federación, muy enfadados porque habíamos hecho la formación sonando el himno de Riego. ¡Pero si nosotros no teníamos ni idea de lo que era el himno de Riego!

--Jugó dos Mundiales, 62 y 66, cuando no eran los macroeventos que se ven hoy.

--Para que se hagan una idea, en el primer Mundial que jugué, el de Chile, los partidos se veían en España en diferido dos días después. Y en el de Inglaterra vivimos por primera vez las repeticiones de las jugadas, que hasta entonces tampoco existían.

--¿El del 66 debía haber sido el Mundial del Zaragoza?

--Sí, fue el mayor pecado que se cometió. En Inglaterra, que habían visto el famoso partido que hicimos contra el Leeds, nunca se explicaron por qué la base de la selección no era el Zaragoza. Fuimos Lapetra, Marcelino y yo, pero jugadores como Villa, Santos o Violeta no fueron y nadie se explicaba por qué. Fue el Mundial de los italianos: Peiró, Del Sol y Luis Suárez. No se acoplaron y eso perjudicó mucho a la selección.

--¿Qué recuerdos tiene de esas dos Copas del Mundo?

--En Chile me lesioné en el primer partido, me rompí el menisco. Entonces no había cambios y tuve que aguantar como pude. Luego caímos en primera ronda tras un partido en el que el árbitro favoreció mucho a Brasil. En Inglaterra lo tuvimos cerca en el último partido contra Alemania, pero en los últimos 10 minutos le dieron la vuelta al marcador. En ese partido ya no estaban los italianos, que los había quitado después del primer partido. Ya con Lapetra y Marcelino ganamos el segundo a Suiza y merecimos ganar el tercero.

--¿No pudo jugar la Eurocopa del 64, la primera que ganó España?

--No, estaba lesionado, con un esguince de tobillo muy fuerte. El seleccionador, que era Villalonga, me decía que forzara, pero me fue imposible. Estuve en la concentración y fue muy especial, el ambiente era espectacular. Entonces la gente iba al fútbol a disfrutar. Nosotros podíamos ir a cualquier campo y nos aplaudían. No había lo que hay hoy en día. Antes el fútbol era más sano, no existía esa idolatría hacia ciertos jugadores como ahora. Éramos personas normales. Cuando llegué a Zaragoza, estaba en una pensión y muchas veces me invitaban otros a sentarme con ellos a comer o a jugar una partida de cartas.

--¿No había tantos egos en el fútbol de esa época?

--En el Zaragoza no, desde luego. Aquí no mandaba nadie, éramos una piña. Éramos amigos y esa fue la base del éxito.

--Se habló también de la versión nocturna de los Magníficos.

--No la comparto. Mire, por ejemplo recuerdo un lunes que estaba cortándome el pelo en la calle Requetearagonés y había un cliente diciendo que había visto a Marcelino en un sitio que se llamaba Cancela, un cabaret, el día antes de jugar ante el Barça. Cuando terminé, me dirigí al peluquero y le dije: "Dígale a ese señor que es un mentiroso, que Marcelino estaba en ese momento conmigo en la habitación del hotel". Sí, había habladurías, se decían muchas cosas, pero la mayoría no eran ciertas.

--¿Era muy especial Marcelino?

--Bueno, tenía su carácter y lo aceptábamos como era.

--¿Recuerda cuando casi no llega a la final de la Copa de Ferias?

--Sí. Tenía que ir a Barcelona con los demás tras la final de la Eurocopa y lo vimos en la tele con una bata blanca con Martínez Bordiú visitando un sanatorio. Así que el día que llegó a la concentración ni lo saludamos, por falta de compañerismo. Otros habíamos estado en Madrid y viajamos con el presidente. De hecho, no iba a jugar aquella final con el Valencia, pero le dijo al entrenador: "Métame que gano el partido". Y lo ganó. Marcó dos goles e hizo un partidazo.

--Ese equipo de los Magníficos fue muy admirado en España. ¿Llegaron a sentirlo?

--La gente lo que nos tenía era mucho respeto. Curiosamente, ganábamos más a los equipos grandes que a los pequeños, quizá por exceso de confianza. Probablemente por eso también no ganamos ninguna Liga.

--¿Qué recuerda del triste final de los Magníficos?

--Es normal que fuese triste. Yo me retiré en el 69 porque veía que no rendía lo que yo quería y ese año también se retiraron Pais y Lapetra y empezó a desmembrarse el equipo. Fue una pena porque a aquel equipo le quedaban dos o tres años de fútbol, pero no supimos verlo.

--¿Ya pensaba en la moda?

--Yo sabía que tenía que hacer alguna cosa porque mi destino era quedarme en Zaragoza. Tuve la oportunidad de conocer a unos amigos que me aconsejaron. Yo no tenía ni idea y empecé poco a poco a probar. Tuve mucha suerte porque los primeros proveedores que tuve les gustaba el fútbol y me aconsejaron bien.

--¿Le gustaba la ropa?

--Tenía cierta tendencia, pero no sabía cómo encauzar el negocio. Al principio tuve algunos desengaños y me ayudaron mucho. Aunque no sé si la gente venía a la tienda porque le gustaban las prendas o por ayudarme.

--¿Le ha marcado más en la vida el fútbol o la moda?

--Las dos. El fútbol era mi pasión desde pequeño y aquí pude desarrollar todas mis ilusiones. En la moda me pasó algo parecido.

--¿Nunca tuvo la tentación de seguir vinculado al fútbol?

--No. Al poco de retirarme fui al fútbol una vez y una persona que estaba a mi lado no paraba de insultar a un jugador del Zaragoza, diciéndole barbaridades. Le dije que si quería decírselo a la cara, que se lo presentaba al final del partido y lo hiciera, pero que no había derecho a eso. Con aquello se armó un pequeño revuelo y yo dije que no iba a consentir eso mientras estaba yo en el campo. Así que entendí que lo mejor era apartarme del fútbol. He vuelto muy pocas veces.

--¿Hace cuánto que no va a La Romareda?

--Casualmente estuve este año en el único partido que el Zaragoza ha ganado desahogadamente, el 3-0 al Tenerife. Si no voy más es porque sufro mucho, pero por la tele sí que lo veo.

--¿Qué le parece?

--Jugar en Segunda no es fácil, pero creo que con la base de equipo que tiene podría hacer un buen papel en Primera. El equipo viene de una situación de divorcio entre la afición y el presidente que le afecta muchísimo, pero va a subir si entre todos ayudamos.

--¿Conoce a Agapito?

--Sí. Con los veteranos tengo que decir que se ha portado maravillosamente. En el resto no me quiero meter.