El Real Zaragoza es el noveno club en la clasificación de la historia de Primera División. 58 presencias en la élite le contemplan, tan solo por detrás de Real Madrid, Barcelona, Athletic, Atlético, Valencia, Sevilla, Espanyol y Real Sociedad. Nadie amenaza demasiado cerca su posición en el top ten de la Liga. Betis y Celta son los más próximos con 53 temporadas entre los mejores. Sin embargo, durante el siglo XXI ha sufrido una considerable devaluación fruto de tres descensos y, por el momento, seis campañas consecutivas en Segunda. Esa dañina travesía se ha agravado con la monumental deuda que se generó en la era Agapito Iglesias, lastre que condiciona sus consecutivos proyectos por lograr el ascenso. En estas casi dos décadas, refugiado en la historia y en contactos con la gloria como la conquista de la Copa en 2001 y 2004, el subcampeonato del torneo del KO en 2006, la Supercopa en 2004 y un breve paseo por Europa en 2007, el equipo aragonés ha perdido paso competitivo y peso de influencia en la competición doméstica.

El perjuicio que ha causado en el Real Zaragoza este periodo convulso, traumático y sin soluciones a corto plazo, se refleja con terrible nitidez al comprobar cómo otros clubes de menos pedigrí han viajado con más asiduidad por Primera. El conjunto blanquillo suma 11 ejercicios en lo más alto durante este siglo, al igual que el Levante. Villarreal (18), Deportivo (16), Málaga (16), Mallorca (16), Betis (15), Osasuna (15), Getafe (14), Betis (15) y Celta (13) le han superado. Valladolid (10) y Rayo (10) están al acecho.

Mientras, tres propiedades. Alfonso Soláns se dejó llevar por una herencia que le molestaba, un testigo que recogió de su padre para defenderlo con dignidad -- gracias a la inercia del pasado-- en la recta final de los noventa y con serios apuros después para esquivar un descenso que no pudo evitar en 2002. Con él, vivió la institución en vilo permanente hasta que el dueño de Pikolín, cumplido el plazo que la había marcado su progenitor para afrontar una posible venta, traspasó el club a Agapito Iglesias. El constructor soriano dinamitó la tesorería y redujo a la nada al Real Zaragoza, que coqueteó con la desaparición. La Fundación 2032 acudió al rescate como escudo o pantalla económicos, pero la estabilidad administrativa que persigue a duras penas con diferentes fórmulas contrasta con su falta de músculo y experiencia en las planificaciones deportivas.

Las consecuencias de las diferentes gestiones en estos 19 años se traducen en un Real Zaragoza de incierto futuro y desplazado por completo del gran foro del fútbol español. Su masa social, con 27.000 socios, es el único patrimonio que conserva de equipo de Primera en un siglo oscuro.