Cuando Simone Grippo impactó el cuero con su cabeza se hizo el silencio en Tarragona. El público del coliseo tarraconense quedó ojiplático ante el impetuoso brinco de un suizo de constitución robusta que desafió las leyes de la gravedad. Julio Pleguezuelo, joven defensa central grana cedido por el Arsenal, quedó petrificado ante la colosal estampa del tallo zaragocista tendido en el aire. Un helvético de 1,88 metros de altura que se elevó hasta una latitud difícil de concebir atendiendo a su complexión fornida. El Nou Estadi fue la nueva pista de despegue de Simone Grippo, un rematador total.

No es la primera vez que el zaguero nacido en Basilea manda el balón al fondo de las mallas a balón parado. El pasado fin de semana sumó su tercera diana de la actual campaña, su segundo testarazo con éxito. Ante el Rayo anotó por vez primera con un cabezazo menos llamativo, pero sirvió para demostrar el poderío por alto que mostraba en pretemporada. Sus cualidades le permiten protagonizar bellas estampas por los aires, remantando por encima de sus rivales como hiciera la leyenda del fútbol español y del Real Zaragoza Marcelino. Frente al Reus se produjo una de esas hermosas viñetas cuando Grippo se lanzó en plancha como un torpedo para tratar de alcanzar una potente falta directa ejecutada por Buff. Lo consiguió, pero su testarazo se marchó lamiendo el palo izquierdo del cancerbero de Edgar Badía.

El último defensa central que anotó tres goles en una temporada con el Zaragoza fue Jiri Jarosick. Simone tiene margen para superar las cifras del checo y aproximarse a las de Xavi Aguado, todo un baluarte en la zaga y un coloso en materia de acciones a balón parado.

La visión de Xavi

En la retina de todo zaragocista está el gol de Xavi Aguado en la final de Copa del Rey del 2001 frente al Celta de Vigo. Acuña colgó al área una falta lateral desde el carril zurdo y apareció la colosal figura del excapitán zaragocista para empujar aquella pelota cargada de sueños. «Me sentí identificado con aquel cabezazo en Sevilla. El remate de Grippo fue más complicado, porque yo lo recibí desde un lateral y el remate de córner suele ser más difícil de realizar», comenta Xavi.

Ser alto no es sinónimo de ser un buen rematador. Existen multitud de factores y matices que hacen a un jugador diferencial en el área pequeña. Simone ha demostrado que la maestría de sus arreones no reside en la contingencia de los centros por alto, sino que son sus aptitudes las que le hacen destacar por encima del resto. «Grippo es un hombre que, pese a su estatura, se impulsa mucho. Tiene una muy buena coordinación y sabe impactar la pelota con violencia. El centro de Eguaras no es muy fuerte, es su giro con el cuello lo que dota al remate con una potencia sobrenatural», comenta Aguado.

El que fuera central del Real Zaragoza durante 473 encuentros explica que el poder aéreo reside en «en la coordinación, anticipación y el momento del salto». Dotes que posee en central helvético y que quedaron más que contrastadas en Tarragona.

Un central de recursos

El modus operandi del zaragocista no reside exclusivamente en los remates de cabeza. Es dentro del corazón del área cuando muestra todo su repertorio de acciones de cara a finalizar las jugadas. Ha demostrado su capacidad para amoldarse a los diferentes tipos de remate en función a la altura de la pelota. Si el balón está a media altura utiliza el golpeo con el pie para generar peligro, como ya hiciera frente al Granada en el tanto que puso por delante al Real Zaragoza en el Nuevo Los Cármenes. «No solo coordina con la cabeza, si la pelota va a una altitud media también consigue crear peligro con el golpeo con el pie. Generar recursos demuestra la inteligencia de este jugador en ese aspecto. Sergio Ramos es un jugador que tiene similitudes en ese perfil, sabe anticiparse no solo con el balón, sino con el recurso más factible para hacer gol», analiza Xavi Aguado, un cabeceador de gran linaje en el fútbol español, sobre la figura de Grippo, un suizo que es capaz de volar por encima de sus rivales.