Aún resonaban los ecos de la legendaria tanda de penaltis de Cedrún contra la Roma en los dieciseisavos de la Recopa, donde sus manos santificadas petrificaron a Boniek y levantaron la ceja de Ancelotti hacia cotas inauditas. Octubre comenzaba y el Real Zaragoza volvía a saborear lo que era una de esas noches de ensueño europeo. Fue un momento de éxtasis previo a un calendario que iba a apretarse, con la Supercopa de España aún por disputarse. Sin embargo, aquel trofeo pasaría a la posteridad por causas ajenas a lo deportivo. Hecho que dejó una herida que todavía escuece a sus protagonistas. «El Real Madrid nos privó de luchar por lo que nos habíamos ganado», lamenta Juan Señor.

Tradicionalmente, la Supercopa tenía lugar entre octubre, noviembre o inicios de diciembre, siendo los clubs los que llegaban a un acuerdo para fijar las fechas. Durante noviembre de 1986 el conjunto madrileño no atravesaba por un buen momento. Al técnico Leo Beenhakker le costaba digerir la saturación de encuentros: «Estamos sobrecargados por un calendario terrible», solía pregonar en rueda de prensa. Tenían un caldo de cultivo poco favorable: un juego cuestionado, jugadores en una pobre forma física y, encima, les tocó la Juventus en Copa de Europa (22 de octubre y 5 de noviembre). Pero la idea del aplazamiento nació tras una sonora derrota por 2-4 en el Bernabéu ante el Athletic. Mal momento para otras historias.

La vida del Real Zaragoza no era muy distinta. Lesiones, mala dinámica en Liga, partidos de Recopa… «Las fechas no ayudaban, pero podía jugarse sin problemas. Sólo había que querer», comenta Cedrún. La Supercopa se había concretado: 26 de noviembre y 10 de diciembre. Pero, tras una reunión, el Real Madrid pidió posponerla escudándose en las muestras de cansancio de sus jugadores. Normal, después de perder en casa ante el Athletic, viajar a Mónaco para un amistoso y empatar en Pucela, todo durante la semana previa al partido de ida. Esta excusa indignó al club zaragocista, puesto que los días establecidos para el torneo habían sido pedidos por el equipo blanco.

En un principio, TVE iba a emitir la Supercopa. El responsable del ente público Jordi García Candau comunicó que no habría retransmisión al tratarse de un evento devaluado, con poco interés entre la gente. Poco a poco el tema se iba fundiendo con el silencio. Sin voz, los jugadores aragoneses gritaban su deseo de jugar. A principios de diciembre, los directivos Miguel Zueco y Alfonso de Gregorio volvieron a citarse en Madrid con el máximo dirigente madridista Ramón Mendoza y el gerente Fernández Trigo. Pero no aparecieron. Comunicaron que posponían también su encuentro ya que tenían que verse con el Rey Juan Carlos.

El calendario se despejó en diciembre. Ambos equipos iban a disputar cuatro partidos en 28 días (del 16 de noviembre al 14 de diciembre), por lo que se propuso el choque de ida el 10 de diciembre en La Romareda. Por aquellos días, la vida había empeorado para el Real Zaragoza. Sumido en una crisis anímica por los malos resultados, con su técnico Luis Costa cuestionado. Pese a todo querían competir, pero tampoco les iba bien a los blancos. Quedaron así desvirtuadas las fechas tradicionales de la competición. Todo estaba pendiente de una nueva reunión. En caso de disconformidad, tenía que decidir la Federación por ser un torneo incluido en el calendario oficial de la temporada, por lo tanto «tiene que celebrarse», apostillaba Marca en un artículo.

Ambas directivas se juntaron para abordar diversos asuntos. El primer punto: petición blanquilla para incorporar a Miguel Pardeza, a lo que Mendoza comentó que si salía de Chamartín acabaría en La Romareda por las buenas relaciones que mantenían ambos clubs, añadiendo que las dos partes debían seguir teniendo buena sintonía. Conseguida esa opción, el segundo punto trataba sobre las fechas de la Supercopa. Marca hizo una mención el 4 de diciembre, resumiendo la esencia de esta trama: «El Real Madrid no parece mostrar mucho interés. Mendoza parece ser que impuso su criterio sobre Beltrán. Por lo tanto, hasta marzo no quieren saber nada de esta competición». La ilusión pasaba al olvido. «Que no pudiéramos disputar un título es algo irreal. Una injusticia gigante. La Federación tuvo que obligarles a jugar», rememora Luis Costa.

La herida sigue abierta después de 33 años. «El Madrid no quiso jugar. Punto. A tragar. ¿Qué vas a hacer contra el poder? ¿Por qué no nos dejaron competir? Nos quitaron un derecho, la oportunidad de darle otra copa a la Pilarica», explica Cedrún. «Los medios callaron. ¿Cómo puede una Federación eliminar un título? Ellos mismos tenían que haber fijado una fecha y fuera. Como exfutbolista me siento decepcionado. Deberían dar una solución hoy a aquel despropósito», resalta Señor.

Al año siguiente, la Supercopa entre el Real Madrid y la Real Sociedad tampoco se disputó. Sí en la 1988-89, entre el club blanco y el Barcelona, en el mes de septiembre. «Si el Madrid no quería o no podía jugarla no se tuvo que dejar vacante, lo lógico es que se la dieran por perdida», comenta Rubén Sosa. Las voces de aquella injusticia de 1986 se niegan a apagarse. Silenciadas, pero conscientes de que al Real Zaragoza se le negó optar a una Supercopa.