Siete temporadas seguidas en Segunda División no solo no han acabado con el zaragocismo sino que han demostrado su asombrosa capacidad de regeneración. Cada verano es la misma historia. La decepción de turno se abandona con los primeros azotes de la canícula y la ilusión se dispara en cuanto se desvelan nuevos fichajes y se acerca un nuevo curso. En esta ocasión hay dos nombres propios que han disparado el ánimo de la ciudad hasta límites insospechados. Primero fue la continuidad de Víctor Fernández, mantenida en el alambre por el mismo protagonista hasta el último minuto, y después la llegada de Shinji Kagawa, la nueva estrella llamada a abanderar el nuevo proyecto de siempre, subir a Primera, sobre el césped.

Se han producido también cambios en el consejo de administración del club que, aunque no tengan una incidencia directa en la venta de abonos o camisetas, sí contribuyen a cambiar la percepción de la grada. Algo se está moviendo y, en la visión del aficionado, siempre es para bien. Tiene que ver también con las ganas, cada vez mayores, que tiene el zaragocismo de abandonar este purgatorio eterno de la Segunda División, de dejar de expiar los pecados de otra época. Por eso, todo contribuye a pensar que «este año, sí». Como todos los años.

Ya no queda nada para empezar a comprobar si la realidad concuerda con los sueños y anhelos de una masa social cada vez más numerosa y fiel. Víctor Fernández es el profeta que ha de llevar al Real Zaragoza a la tierra prometida. Su sola presencia hizo creer a la gente, su aura sigue intacta pese al paso del tiempo, su discurso es el mejor asidero en tiempos de zozobra. Su conexión con un pasado glorioso evoca irremediablemente a un futuro que, por fuerza, ha de ser mejor que el presente.

No obstante, las palabras de Víctor perderán fuerza si no se ven refrendadas en el césped. Para eso, el club ha apostado por fichajes con cierta experiencia, pocas pruebas, pocos experimentos. Kagawa ha sido la bomba, el impacto último. El mejor truco, siempre para el final. El japonés ha desatado en apenas unos días un estado casi de euforia colectiva. Su presentación fue lo nunca visto, 7.000 personas cantando y celebrando lo que está por venir. Por lo demás, pocos fichajes, siete en total, pero algunos llamados también a ser claves.

LAS NOVEDADES / Atrás, Atienza viene a reforzar un centro de la defensa que ha hecho aguas en los últimos años a la espera de que Grippo y Guitián recuperen su mejor versión. Vigaray se ha hecho con el lateral derecho para aportar velocidad. Álex Blanco está para demostrar todo lo bueno que se espera de él, rapidez y calidad en la zona decisiva del ataque. Arriba se ha renovado por completo el frente ofensivo con Dwamena, la gran sensación hasta la llegada de Kagawa, y Luis Suárez, a quien Víctor ha echado de momento al costado izquierdo. Mientras, Bikoro es el que más dudas genera al propio técnico.

En teoría, Víctor tiene más físico, más velocidad. Está por ver si también más calidad y más gol que la decepcionante temporada pasada. Todo esto a falta de los últimos retoques, las salidas de Verdasca y Pombo y alguna posible llegada más. Y a falta también de comprobar en qué estado se encuentran jugadores clave que la temporada pasada no estuvieron a su mejor nivel por diferentes problemas físicos: Eguaras, Papu y el ya mencionado Grippo.

La pretemporada no ha dado para grandes conclusiones, ante rivales que poco han exigido al Real Zaragoza, pero poco importa cuando llega la hora de la verdad. El zaragocismo ha demostrado estos últimos años que necesita pocos motivos para ilusionarse. No hay que tratar de entenderlo, se siente o no se siente. En esta ocasión tiene más argumentos de peso para regresar a la vieja Romareda a volver a vivir la misma pasión de siempre pero con energías renovadas y que, dentro de diez meses, el «volveremos a Primera» sea un «hemos vuelto». Arranca la temporada de la ilusión.