A estas alturas, lo que pasó en Anduva no sorprende en exceso. El Zaragoza perdió en la última jugada del partido un choque que siempre debió haber ganado. Porque, sin ser un dechado de virtudes, fue superior a su rival, al que tuvo contra las cuerdas en numerosas ocasiones pero al que perdonó y lo acabó pagando caro. La historia es bien conocida en las últimas temporadas pero no por eso el dolor es menor. Al contrario. Cuatro partidos sin ganar y un punto sobre los doce últimos alertan de que Baraja tiene un serio problema.

Ni mereció perder el Zaragoza ni mucho menos ganar el Mirandés, pero el varapalo castiga la inoperancia ofensiva de un equipo aragonés que no le marca un gol ni al arco iris. Y eso que llegó más que entre todos los partidos anteriores juntos, sobre todo, a través de Toro Fernández, que mandó al infierno dos goles cantados en la primera parte que le dejaron el resto del partido maldiciendo y desesperado. Baraja, en un gesto muy valorado en los vestuarios, no le cambió para no castigar aún más su maltrecho estado de ánimo. Pero ya no levantó cabeza. Y pasó lo que pasó.

Fue mejor el Zaragoza durante todo el duelo. Principalmente, en una primera parte marcada por el desacierto y la desesperación del uruguayo, que no olvidará la tarde en Anduva. Su clamoroso error cuando tan solo se precisaba perfilar bien el cuerpo para que el balón, a apenas un metro y medio de la línea de gol y sin portero de por medio, acabara en la red, le perseguirá durante una buena temporada. Fernández puso mal el tronco y aún peor el pie y la oportunidad, seguramente una de las más claras de toda su carrera, se marchó al limbo. Era la recta final del primer periodo y el delantero aún tendría tiempo de malograr otra gran ocasión al cabecear, de nuevo completamente solo, sin potencia ni dirección una dejada de Guitián tras falta lateral botada por Ros.

Para entonces, el equipo aragonés ya se había hecho acreedor a un resultado mejor que un empate que no hacía justicia al mayor volumen de llegadas de un Zaragoza que no sufrió más allá de un disparo lejano de Javi Muñoz desviado con ciertos apuros por Cristian.

La escuadra de Baraja, al fin, tenía sentido. El sagrado 4-4-2 modificable a un 4-2-3-1 en ataque, ganaba en dinamismo y ritmo con James, indiscutible en este equipo, y sin Eguaras. La presión alta asustaba al Mirandés y el peligro casi siempre llegaba con velocidad y en transiciones rápidas. Como la de Chavarría, cuya galopada culminó con el centro malmetido por el Toro.

El buen trabajo en la medular y la solvencia defensiva propiciaban que el Zaragoza apenas pasara apuros ante un Mirandés encomendado al balón largo a la espalda de los centrales y poco más. Así, sin sobresaltos atrás y en busca de acabar con la maldición arriba, el guion no se alteró en la reanudación. El Zaragoza jugaba mejor y llevaba más peligro, pero no acertaba. Narváez lo intentó desde fuera del área, pero su disparo se estrelló en el poste izquierdo del marco de Lizoain apenas un par de minutos antes de que al colombiano le anularan justamente un tanto por claro fuera de juego. La impresión, en todo caso, era de que si alguien merecía llevarse el partido era el Zaragoza.

Pero el equipo de Baraja carece de capacidad para abrir partidos y también para cerrarlos. Los cambios no mejoraron al grupo, que perdió a Narváez por lesión y que volvió a contar con una paupérrima versión de Larrazabal. Ros, cansado, dejó su lugar a Zapater un cuarto de hora antes de que el inconmensurable James abandonase el rectángulo de juego dejando huérfano de fútbol al Zaragoza. Pero quedaba poco y nada parecía indicar que el conjunto aragonés se iba a marchar de vacío. Además, Zanimacchia, en una de las numerosas contras mal definidas por los de Baraja, estrellaba el balón en la parte exterior del poste derecho incrementando así la dosis de infortunio de los blanquillos. Claro que también Moha se había acercado con peligro poco antes a las inmediaciones de Cristian aunque su disparo se estrelló en el meta.

Pero lo peor estaba por llegar. Con el zaragocismo en pleno maldiciendo un punto que sabía a muy poco, un balón lateral colgado al área pequeña -la gran cruz de un señor portero como Cristian Álvarez- acabó en la cabeza de Moha, que, imponiéndose en el salto a Tejero, dibujó un remate imposible que acabó en la red. El tanto era la puntilla para un Zaragoza desgraciado que, por no tener, no tiene ni suerte.

Mirandés: Lizoain, Víctor Gómez, Vivian, Berrocal, Javi Jiménez Javi Muñoz, Caballero (Pablo Trigeros min 80), Pablo Martínez (Messeger min 68), Moha, Jirka (Iván Martín min 46) y Sergio Moreno.

Zaragoza: Cristian Álvarez, Tejero, Atienza, Guitian, Nieto, Javi Ros (Zapater min 71), Igbekeme (Jannick min 86), Bermejo (Vuckic min 86), Narváez (Larrazabal min 71), Chavarría (Zanimacchia min 79) y Toro Fernández.

Goles:1-0 MI-93 Moha

Árbitro: Gorostegui Fernandez (comité vasco). Amonestó por el conjunto visitante a Larrazabal (min 78).