Cuando el terremoto deportivo e institucional de los tres primeros meses de Liga derribó los cimientos del proyecto de Lalo Arantegui y Miguel Torrecilla fue anunciado como su sucesor, la situación del Real Zaragoza era realmente compleja. El equipo marchaba ya penúltimo, había sumado trece puntos en 17 jornadas y miraba la salvación a casi un partido de distancia. El escenario todavía empeoró luego y la línea de la permanencia se alejó incluso más. Al equipo lo llevaron hasta ese punto crítico una mala planificación, el pobre rendimiento de la mayoría de los jugadores y sus correspondientes entrenadores.

A pesar de ello, de la evidencia manifiesta del problema y de los déficits mostrados abiertamente por la plantilla, contabilizados numéricamente en una puntuación bajísima, Torrecilla hizo una valoración demasiado benevolente a su llegada. Vino a decir y dijo que con aquello que había bastaría para lograr el objetivo de la salvación. Posteriormente, cuando enero abrió sus ventanas, firmó un jugador por línea en un mercado que estuvo marcado por las importantes dificultades económicas, pero también por la poca capacidad de sugestión de los fichajes, sin fuerza alguna para generar ni ilusión ni un cambio inmediato por sí mismos en la dinámica colectiva.

La plantilla daba más de sí. En ello empeñó su palabra Torrecilla. A pesar del derrumbamiento de las dos últimas jornadas, Juan Ignacio Martínez ha demostrado que así era. La plantilla daba más de sí. La cuestión que queda ahora en el aire es si ese algo de más será suficiente. En enero, el equipo necesitaba refuerzos titularísimos y solventes, muy especialmente en la punta del ataque, donde la falta de gol era ya un hecho irrefutable y alarmante. Sin nadie que la haya resuelto, se mantiene en ese mismo estado en marzo. Álex Alegría, la principal apuesta del director deportivo, como la había sido anteriormente en el Sporting o en el Betis, no ha invertido la tendencia descendente de su carrera en las últimas campañas y no ha conseguido marcar aún en 431 minutos, a pesar de que le han entregado la titularidad. Las otras dos contrataciones de invierno están casi inéditas. Peybernes ha chocado con la fuerza de Jair y de Francés en el centro de la defensa y solo ha jugado tres minutos. Y Sanabria, que hubiera tenido un espacio mucho mayor por sus cualidades y el gran agujero del centro del campo, se lesionó para un mes tras debutar.

Con lo que había, bastaba. Con lo que había, más Alegría, Peybernes y Sanabria tendrá que bastar. El margen para las correcciones se acabó, seguramente sin la intervención que hubiera sido necesaria y el acierto milimétrico en las elecciones que hubiera sido preciso.