No nos engañemos. Todos los entrenadores son resultadistas. La razón de ser de su trabajo es la búsqueda de los buenos resultados. Lo que los diferencia es el camino y los senderos del juego que eligen para llegar hasta la meta. Desde que hizo su aparición en Zaragoza, y le hizo bien al club para redirigir el mensaje hacia el fútbol y sacarlo del empecinamiento institucional, Rubén Baraja ha abanderado una propuesta cristalina, basada en la construcción de un equipo sólido defensivamente, levantado de atrás hacia delante y a partir del 4-4-2 como patrón, ahora que los dibujos han sido elevados a los altares y parecen más de lo que no son. Primero no recibir goles, luego hacerlos.

El equipo comenzó la preparación a deshora, inició la Liga con retardo y, consecuentemente, su mejor estado de forma debería estar aún por llegar. De su situación actual, los números dicen lo siguiente: ha sumado siete puntos de quince posibles, menos de la mitad, dos de ellos conseguidos por la alineación indebida del Alcorcón. La realidad de su juego ha sido esta otra: pobre desde el punto de vista creativo y muy escaso ofensivamente cuando ha ganado, cuando ha empatado y cuando ha perdido. En defensa, en alguna jornada la solidez ha sido muy interesante. En otras ni siquiera eso.

A pesar de que Baraja se mostró tranquilo y le gustó su equipo en Leganés, señal inequívoca de que no conoce todavía a fondo la plaza en la que trabaja, hasta el momento el Real Zaragoza no está funcionando con el modelo que propone, al que presuntamente el club buscó las piezas más adecuadas durante todo el verano y renunció a otras que no encajaban en la idea. Cuando cierre los ojos, el entrenador pronto empezará a tener sueños en los que desfilarán figuras poliédricas y comenzará a oír voces sugiriéndole toda clase de ideas magníficas. Lo que hace una semana era feo, pero estaba muy bien jugado, se transformará en insostenible como no lleguen los buenos resultados.

Hasta hoy, antes de recibir al Sabadell el domingo, el Zaragoza no ha jugado bien al fútbol en prácticamente ningún pasaje, tampoco al que propone, acaso algunos ratos sueltos con cierta solvencia. Su mejor versión llegó a contracorriente y con el marcador en contra. Es difícil ganar viviendo tan lejos del gol, incluso en Segunda. Baraja está muy convencido de que su camino es el camino. Lo que se ve sobre el césped le alerta de otra cosa. De que, al menos, debe tener preparado un contraplan a su propio plan por si el original no desencalla.