Dominar las áreas es dominar el fútbol. Sirve para controlar los partidos y para inclinar los resultados. Por ahí, por el área ajena y por la propia, se encuentra la explicación a la derrota del Real Zaragoza ante Osasuna en El Sadar, la segunda desde que Víctor Fernández es el entrenador. La falta de eficacia ante el gol, personalizada esta vez de manera concluyente en las piernas de Álvaro Vázquez, la diestra y la zurda, y el error puntual de Dorado al golpear al aire un intento de despeje de un centro lateral y habilitar a Juan Villar en el 1-0, marcaron el partido. Esos fallos y el árbitro, Ávalos Barrera, que estuvo muy riguroso en la expulsión de Eguaras al inicio de la segunda parte. No impartió justicia. Fue injusto. Incluso con diez, el Zaragoza tuvo unos últimos arrestos para atemorizar a Osasuna y hacerle sufrir tras capear los minutos posteriores a la roja del centrocampista navarro.

Fue el triángulo perfecto para conducir al equipo hasta la derrota, que frustra las expectativas más optimistas, aleja el objetivo del playoff hasta los trece puntos y mantiene el descenso a ocho. Quedan catorce jornadas por delante y la misión del Real Zaragoza debe ser salir a ganar en todas con el mismo amor propio con el que ayer resistió hasta caer con diez futbolistas. Y que el tiempo al final te ponga en tu lugar.