—Nace en Aba, en Nigeria. ¿Como son sus inicios en el fútbol?

—Empecé en la calle como cualquier niño de mi edad en África, como aún se hace ahora. Mi familia era humilde en Nigeria y antes el fútbol podía suponer una oportunidad que, con el paso de los años, ha ido mejorando, porque cada vez hay más scouts y más gente pendiente de este deporte en ese continente.

—Su hermano mayor, Kalu, también jugaba. ¿Eso le influyó?

—Es que a los dos nos gustaba mucho y mi hermano empezó antes. Yo soy el siguiente a él en una familia donde somos ocho hermanos, Kalu y yo fuimos los únicos futbolistas y el resto sigue en Nigeria. Nunca coincidimos en los clubs allí, aparte de hacerlo en la selección. Él vino antes a España y yo lo hice un poco más tarde.

—¿Cómo fue su llegada?

—A través de unos agentes que tenían contactos en Nigeria. Me hablaron en el 2000 de una posibilidad y acepté. Tuve la oportunidad de venir a hacer una prueba en el 2001, con 16 años. Fui a varios sitios, en el Salamanca por ejemplo estuve una semana, antes de llegar al Ferrol, que es donde me quedé. Había varios equipos que tenían interés pero después de varios meses decidieron en el Ferrol hacerme ya contrato con el primer equipo.

—Del Racing de Ferrol al Recreativo de Huelva.

—Entre el Ferrol y el Recre estuve cinco años en Segunda, todos importantes, aunque, claro está, el último con la llegada de Marcelino García Toral y el ascenso salió redondo todo. Hice 20 goles en aquella temporada. Y ya después en Primera fue un año grandísimo para mí y para el equipo. Mis dos últimas temporadas en Huelva son para enmarcar, las mejores que he tenido en mi carrera como jugador.

—Luego Getafe y en el 2009 el Zaragoza, donde estaba Marcelino tras el ascenso. ¿Cómo surgió la posibilidad de venir?

—El club se puso en contacto con mis agentes y ahí empezó todo. Hablé con Marcelino y era una buena opción para mí. El míster me comentó sus planes y acepté sin dudar.

—Marcelino le tuvo en el Recre, después en el Zaragoza y más tarde en el Villarreal. ¿Qué supone para usted?

—Es el entrenador con el que más he coincidido y ya solo eso le hace ser muy importante en mi carrera. Coincidir con un técnico en tres clubs distintos está al alcance de pocos. De lo que es Marcelino habla lo que hemos visto todos, los resultados que ha logrado. Es un gran entrenador que a veces le sale todo bien y otras no tanto, pero en la mayoría de sitios en que ha estado ha acabado triunfando. Con eso está dicho todo. Tiene unos conceptos muy claros, unas ideas que transmite bien al jugador y eso le ha hecho llegar a donde ha llegado, que es lejos.

—¿Cree que tiene un carácter demasiado duro y fuerte?

—Habrá opiniones seguro de todos los gustos. Es que un entrenador tiene que ser duro, porque no es fácil aguantar a 25 futbolistas y cada uno es un mundo que quiere salir en el once titular. Todos los entrenadores tienen su forma de actuar y de ella dependerá mucho si triunfan o no e insisto en que Marcelino lo ha hecho en varios equipos, aunque habrá jugadores que les gustará más su método y a otros no tanto, esto es así.

—En todo caso, usted fue una petición expresa suya en el Real Zaragoza. Vino porque estaba él.

—Pero es que ser una petición expresa de un entrenador es algo que es habitual en el fútbol. Yo no fui en ese sentido nada extraño, me convenció y me decidí por el Zaragoza, aunque después las cosas son me salieron como esperaba, porque empecé con las lesiones y no tuve continuidad. Pero sigo pensando que fue una buena elección, formar parte de un club como el Zaragoza solo te puede llenar de orgullo.

—Casi seis millones pagó el club, uno de sus desembolsos históricos. ¿Le pesó eso?

—La apuesta en mí era fuerte y por eso tampoco dudé. No tuve ni la más mínima duda. No me pesó que el Zaragoza pagara eso por mí, llegué muy motivado por aceptar ese reto. Hice muy buena pretemporada, trabajé duro para estar a tope, pero llegó esa lesión en la segunda jornada y ahí empezó todo a torcerse, porque en el segundo año tuve otra. Nadie contaba con tener tanta mala suerte, pero son cosas que pasan.

—Se lesiona en el Pizjuán.

—A los veintipocos minutos. Fue un salto, sentí un desequilibrio y la verdad es que no he vuelto a ver la acción, no quise, no merece la pena. Sentí un empujón, creo que de Escudé, perdí el equilibrio... En ese partido estábamos jugando bien, íbamos 1-1 y pasó aquello. Sentí un fuerte dolor, un chasquido. Al salir del césped me paró la molestia un poco y quise seguir. Recuerdo que me dijo el médico que, por precaución, no jugara más, que era solo la segunda jornada. Y cuando me hice la resonancia a los dos días estaba el cruzado roto de la rodilla izquierda.

—¿Qué sintió al saberlo?

—Me sentí derrotado, porque fue un golpe muy duro. Me sobrepuse pronto y puse la mente solo en recuperarme.

—Aquel Zaragoza se cae después, Marcelino se va en la jornada 14 y llega Gay.

—Había muchos problemas en el club y en el equipo y eso nunca ayuda. Éramos un recién ascendido y nos costó mucho esa temporada. Llegaron fichajes en enero y el equipo consiguió salvarse.

—Usted volvió, pero solo unos minutos ante el Madrid en la jornada 34.

—Me precipité al regresar. Volví tras ocho meses, disputé pocos minutos aunque no iba a jugar. Llegué al campo vestido normal, no estaba convocado y alguien se lesionó y me metieron en el banquillo. Me llamó el míster y me dijo que era para completar los 18. Cuando me dijo que calentara para salir me sorprendió mucho.

—En la siguiente pretemporada se rompe el menisco en la misma rodilla izquierda.

—Me operó de nuevo el doctor Maestro, traté de estar fuerte tras la experiencia de la primera lesión. Nunca piensas que vas a recaer y lo mío fue casi una recaída, ya que la plastia no se rompió del todo. Pero fue una operación nueva, la segunda, porque hubo que tocar en la misma zona y por eso el periodo de baja fue al menos medio año, incluso algo más, ya que hasta febrero no volví.

—El 2 de marzo del 2011 llegó su primer y único gol aquí.

—Como para olvidarlo. Ante el Athletic y el gol de la victoria además. Me eché a llorar por lo que había pasado, por el sufrimiento, se me vino todo encima al marcar. Fueron muchas emociones, las ganas de que saliera todo bien, la felicidad por marcar… Por eso salieron las lágrimas.

—En esa recta final tuvo por fin continuidad en el Zaragoza.

—Sí y después de salir de dos lesiones no debería haber jugado tanto, tras mucho tiempo de baja. Esa continuidad puede ser perjudicial, pero a mí me ayudó, aunque me costó coger mi ritmo, dar lo mejor de mí para el equipo.

—¿Cómo fue su experiencia con Javier Aguirre?

—Bien, es un técnico que es muy claro al hablar, que siempre da la cara y que en su trato con los futbolistas es excepcional. Aquel Zaragoza tenía mucho carácter, había jugadores como Ponzio, Gabi, Ander, Lafita… En los problemas que había estuvimos muy unidos, nos conjuramos para hacer todo por sacar eso adelante.

—El club ya vivía impagos y a los pocos meses entró en concurso de acreedores.

—Sí, y eso hacía todo más difícil. Por un lado se hacían reuniones para intentar solucionar los problemas que había del club con la plantilla y por otro había que sacar los partidos y tratar de lograr la permanencia. Los impagos te hacen vivir una situación difícil, solo el que lo ha pasado lo sabe. Pero al final tienes que trabajar, no puedes parar porque no te hayan pagado, ya que si lo haces bien, tarde o temprano, terminarás recibiendo la recompensa.

—¿Qué opinión le queda de Agapito Iglesias, máximo accionista esos años?

—Es de imaginar que en algunos momentos no hizo bien las cosas o que estas no le salieron como pensaba. No tengo que decir mucho de él, vio que podía gastar ese dinero y era el que mandaba. Todo el mundo ha hecho cosas mal en su vida, pero ahí no entro.

—Logran la salvación en el Ciudad de Valencia. Un partido histórico que trajo después mucha cola. ¿Cómo lo vivió?

—Con la tensión que requería, porque marcaba bajar o salvarnos. Había mucha presión y sabíamos que íbamos a hacer un buen partido. Fue un encuentro bonito, por cómo estaba el campo lleno, con tantos zaragocistas, y porque logramos una victoria en un momento donde no era nada fácil abstraerse de todo.

—¿Y el juicio por el presunto amaño y todo lo de después?

—Eso fue un marrón terrible. Estoy contento porque todo se solucionó y se demostró que no hubo nada de lo que pensó casi todo el mundo. Cuando me llamó mi abogado para decirme la sentencia, que todo había salido bien, sentí que era lo justo, porque yo no vi nada, no hubo nada. Nadie quiere ir a un juzgado a declarar, y hacerlo varias veces, pero desde el primer día yo estaba muy tranquilo. El problema es la imagen saliendo en las noticias y todo eso, pero si hay que hacerlo...

—Ese verano del 2011 se marcha del Zaragoza. ¿Por qué?

—Me traspasaron al Villarreal y me fui cedido al Granada. El Zaragoza me pidió salir, porque había empezado el concurso de acreedores, necesitaba ese traspaso y la situación también me invitaba a irme. Y no fui el único, Gabi o Ander también se fueron. Tenía ganas de triunfar en el Zaragoza, pero a veces lo que uno quiere no sale y se decidió que la mejor solución era irme.

—Solo jugó 18 partidos en dos años. ¿Cómo valora esa etapa en el Zaragoza?

—Como una experiencia dura que me sirvió para mejorar. Me marché y no fue tan sencillo porque aquellas dos lesiones me marcaron, tuve que hacer mucho entrenamiento específico, modificar la pisada, un poco de todo. No volví a a tener problemas en esa rodilla, aunque a veces sí se me hinchaba. Al final, estoy contento porque aquellas dos lesiones no me retiraron, volví al mejor nivel. Fue un freno para poder coger carrerilla.

—¿A qué compañero del Zaragoza recuerda con más cariño?

—Con el que tuve mejor relación fue con Pennant. Como nadie hablaba inglés en el equipo salvo Songo’o y yo casi siempre estábamos juntos los tres.

—¿Se unía a sus fiestas?

—No. Bueno, una vez sí fui. Recuerdo que estuvimos un par de días tras la pretemporada en Madrid y salimos un poco. Era muy buen tipo y un muy buen jugador. Por condiciones uno de los mejores que vi, lo veías entrenando e iba sobrado.

—Tiene 36 años, está sin equipo y aún no ha anunciado la retirada. ¿Por dónde pasa su futuro?

—Estoy viviendo en Tarragona, entrenando con un preparador y aún espero jugar un poco más. Y, si no, pues no quedará otra que la retirada. Después, me gustaría quedarme en España y con algo relacionado con el fútbol. Es lo que he hecho siempre.