La decisión está tomada. El partido que enfrentará, el próximo domingo, al Real Zaragoza con el Tenerife en La Romareda dictará sentencia acerca del futuro de Imanol Idiakez en el banquillo aragonés. Todo lo que no sea una victoria frente a los de José Luis Oltra supondrá el punto y final de la etapa del técnico donostiarra en el Zaragoza. Ni siquiera el empate le salvaría. El crédito está prácticamente agotado.

En el seno del club la preocupación va en aumento. La delicada situación del equipo, que solo ha sido capaz de sumar dos de los últimos quince puntos en disputa, ha instalado la congoja en las oficinas de la entidad, donde ya no se esconde que Idiakez tiene encima de la mesa un ultimátum. O gana al Tenerife o no seguirá. Incluso, una hecatombe el próximo miércoles en el duelo de Copa del Rey ante el Cádiz podría precipitar los acontecimientos. No tanto en lo que se refiere a una posible eliminación, sino en la imagen que ofrezca un equipo en caída libre desde hace un mes. Ese encuentro copero podría convertirse en un plebiscito por parte de La Romareda, que ya despidió con silbidos al equipo el pasado lunes frente a Osasuna. Además, los aficionados que viajaron a Soria entonaron el Idiakez, vete ya, al término de un choque que supuso el quinto consecutivo sin ganar. En la cúpula de la entidad aumenta la desconfianza en la capacidad del entrenador para revertir la situación, aunque todo apunta a que, si no se produce esa debacle ante el Cádiz, Idiakez tendrá una última oportunidad.

Así, la evidente crisis convierte en crucial el partido del domingo. Una jornada más sin victoria dará por concluida la etapa de Idiakez en el banquillo cuando tan solo se habrían disputado las diez primeras jornadas de Liga, es decir, menos de un cuarto de competición. Pero el peor arranque en Segunda desde el último descenso, con solo 10 puntos sobre 27 posibles, y las nefastas sensaciones que transmite un equipo perdido en manos de un entrenador perdido, ponen a Idiakez a milímetros del abismo. Un solo paso en falso más y caerá.

La caída del Zaragoza es la caída de Idiakez, incapaz de mantener lo bueno heredado del año pasado. De hecho, todo parece haber saltado por los aires. Aquel equipo reconocible, con identidad y patrón, ha pasado a ser un espectro sin alma ni sangre. Las lesiones de jugadores básicos no han ayudado, pero el donostiarra no ha sabido encontrar alternativas. Su elección de futbolistas y, sobre todo, su mala lectura de los partidos parecen haberle convertido ya en carne de cañón. También sus disposiciones tácticas, como el empeño en el 4-3-3 o en los elementos integradores del rombo. El último ejemplo se presenció el sábado en Soria, donde Idiakez situó a James en el vértice superior, formando así una especie de cuatrivote en la medular. Evidentemente, fracasó. El sempiterno baile de centrales, la reticencia a conceder la titularidad a Soro, la incomprensible relegación de Aguirre o el vaivén entre la titularidad y la grada de jugadores como Verdasca, Perone o Buff acentúan esa sensación de que, efectivamente, Idiakez está perdido.

MENSAJE // También sus últimas apariciones en la sala de prensa dan pie a creer que al entrenador cada vez le gusta menos su equipo y más el resto. Los últimos elogios a la calidad de Osasuna o al potencial de Málaga y Deportivo escuecen de lo lindo justo en la temporada en la que, al fin, se había fijado el objetivo claro de acabar entre los dos primeros clasificados, situados ahora a una distancia casi sideral.

Mientras, la plantilla pregona a los cuatro vientos que cree a pies juntillas en Idiakez, al que los jugadores consideran el idóneo para sacar adelante la empresa. Pero solo ellos parecen creerlo. Desde luego, no piensa lo mismo un Consejo al que se le acaba ya una paciencia que sí se tuvo con Natxo González. Pero en el seno de la entidad aragonesa se cree que no puede aplicarse la misma fórmula en este caso, ya que Idiakez se encontró con un equipo ya formado, con una idea y un guion que ahora se han extraviado.

«Si pasa algo conmigo, lo lamentaré porque tengo la ilusión por darle la vuelta a la situación», dijo el técnico zaragocista al término del partido del pasado sábado en Los Pajaritos. Su mensaje carecía, sin embargo, de fuerza y convicción. Lejos, desde luego, de aquel «fantásticamente» que Natxo pronunció tras la debacle en Almería la pasada campaña. Era noviembre. Ahora, en pleno mes de octubre, su relevo, otro fichaje de autor de Lalo, se retuerce para quitarse la soga que aprieta su cuello.