Cuando Idiakez se puso en primera fila para hornear la última parte del entrenamiento, se empezaron a entender algunas de las virtudes que cuentan los que le conocen. Es cercano a los jugadores, está muy atento a los detalles, sabe a quién le habla y cómo, cuándo grita y por qué, y es muy didáctico. No es que la primera sesión de entrenamiento en Boltaña diera para gran cosa, pero se empezó a apreciar, por ejemplo, cómo se trabaja la presión alta en espacios reducidos, cómo puede llegar el equipo por bandas, cuándo hay que conducir, y cuándo darla, cuándo acelerar hacia el remate y cuándo espera. En resumen, cómo jugar al fútbol con inteligencia.

«Aprieta el culo» fue la frase más repetida en uno de los ejercicios en los que los futbolistas tenían que acelerar a por un primer toque de balón después de hacer un pequeño circuito físico. Su expresión coloquial servía para pedir esfuerzo, compromiso. Tocaba esprintar, hacer la descarga, apoyar basculando, esperar otro toque al lado contrario, y los dos de los costados salían zumbando hacia la banda a la espera de que el conductor ofreciese un primer pase que luego habría que convertir en otro mejor para que el centro fuese gol.

Cuando más de uno iba con la lengua fuera, Idiakez seguía apretando en esos esfuerzos. «No miréis atrás, no miréis el balón, id lanzados hacia el fondo y veréis si os llega el pase bueno. Mirando hacia atrás se pierde tiempo, aunque sea 0,1. Ese 0,1 puede suponer luego el gol».

Dicho y hecho, el ejercicio fue mejorando en los últimos minutos, justo antes de organizar partidillos en 30 metros. Hubo goles, presión alta y algún gesto bonito antes de que Idiakez levantara el pie del acelerador. Y, ya por la tarde, la sesión fue solo táctica.

«Le gusta el fútbol a través del balón y es un tipo muy normal y cercano. Vamos a aprender y mejorar con él a nivel individual y colectivo», confirmó Javi Ros.