—De jugar en el Teruel al Barcelona, ¿cómo fue el proceso?

—Empecé a jugar en el colegio, en La Salle, y llego al Teruel con 16 años, juego dos temporadas, en Regional y en Tercera, y después me marcho a Barcelona. Vino un ojeador de ese club en la zona de Valencia y me dio la posibilidad de ir allí, estuve creo que tres días entrenando, hicimos el jueves un partido y el viernes al volver ya me dijeron que querían contar conmigo. A las dos semanas de aquello ya estaba jugando en el juvenil del Barça. Era en la temporada 83-84.

—¿No llegó a hacer ni una prueba en el Zaragoza?

—No. Jugué en la selección aragonesa y me imagino que en el Teruel también me vieron, pero el Zaragoza entendió que no estaba preparado para jugar en sus equipos. No sé si es que no tuvieron mucho ojo o es que sus técnicos le daban la prioridad a otro tipo de virtudes y las mías no las veían tanto. En Barcelona empezaron a firmar el talento, yo era un chico delgadito, pero que el fútbol lo entendía bien, que técnicamente era buen jugador.

—Debuta en el primer equipo azulgrana por la huelga de futbolistas, siendo usted juvenil.

—Y nos hizo mucha ilusión, a veces lo hablo con Villarroya, que él jugó ese día también, aunque con el Zaragoza. Imáginese para unos juveniles poder disputar ese partido, que el Barcelona ganó además por 4-0.

—¿Qué entrenador le marcó más como jugador?

—Varios, he adaptado en mi ideario cosas que entendía buenas de unos o de otros, pero el que más me influyó fue Johan Cruyff, el primero que tuve en el Barcelona, el que me subió. Vino con una idea muy revolucionaria, que está implantada y vinculada al Barça desde entonces, aunque luego cada entrenador la ha matizado, para bien o para mal. Pero el que impuso esa forma fue él. Tuve la suerte de que le cuadró un jugador para ese centro del campo que pensara rápido, que aunque no fuera fuerte físicamente sí fuera capaz de ser el iniciador y le diera juego al equipo, conectando la defensa con el ataque.

—Barcelona, Madrid y Valencia en su carrera, con muchos títulos, aunque le faltó una Champions que sus dos primeros exequipos ganaron al irse usted.

—Cuando tienes una carrera de 15 años y estás en tres clubs como esos si me tuviera que quejar sería terrible. Es verdad que no gané una Champions, pero sí disputé dos finales, gané tres Copas del Rey, dos Ligas, una Recopa... No me puedo quejar. Y también fui internacional, aunque no disputé el Mundial de Italia cuando me fui al Madrid porque tuve un choque con Cruyff, un enfrentamiento particular y largo de contar. Si me quejo yo de mi carrera, la cantidad de futbolistas que se puedan quejar.

—En usted estaba claro que había alma de entrenador...

—Sí, empiezo en las categorías inferiores del Valencia y después de segundo de Laudrup en el Getafe. Hierro me ficha para la federación, estoy dos años en la sub-19, dos en la sub-21, logrando el Europeo, y después la Olímpica.

—En Londres, en el 2012.

—No fueron bien aquellos Juegos, tuve problemas extradeportivos y después me marché al Al-Jazira, en Emiratos Árabes, que fue una experiencia muy diferente.

—En septiembre pasado regresó de dirigir a la selección de Indonesia. Está claro que como técnico no le pesa la maleta.

—Soy decidido en ese sentido. Cuando te vas fuera te das cuenta de que en España tienes el mejor fútbol que hay, con mucho nivel, pero todos no tenemos la posibilidad de dirigir aquí. A mí si el proyecto me convence y la experiencia creo que puede ser buena, me marcho. Siempre han sido aventuras positivas.

—Al Zaragoza llega en el verano del 2016. ¿Quién le llama?

—Narcís (Juliá). Hablamos en una reunión. Acababa de salir del equipo Lluís Carrerras, que es muy buen amigo mío, le pregunté a él pero sabía lo que implicaba el Zaragoza, un equipo histórico en un momento de dificultad, que tiene problemas de deudas, con un presupuesto de mitad de tabla y una exigencia máxima. Cuando tienes esa exigencia tan alta y metes demasiada responsabilidad no es lo idóneo. Cuando piensas que tienes que estar en Primera en la segunda jornada de Liga no es la mejor forma de llevar las cosas. No puedes tener tanta presión, porque al final la sensación siempre es que el club no acaba de dar con la tecla.

—¿Y cuál es la tecla buena?

—Hay que gestionar y pelear en Segunda de otra forma, sin tanta presión, mentalizándote de que estás en la categoría, de que no tienes que ir con esas urgencias y aunar esfuerzos. Hay que pensar que la Segunda hay que pelearla cada día, dando continuidad. Por ahí es el camino y no se sigue. Desde la lejanía yo sigo viendo algo parecido, aunque ahora de la cantera sí se están metiendo jugadores interesantes. Eso está bien, pero todo pasa por la mentalización y por no meter una presión tan fuerte.

—¿Qué sintió al aceptar la oferta del Zaragoza? ¿Se quitaba la espina por no haber jugado aquí?

—No, es diferente. Entendía que era una gran oportunidad y, además, una motivación que fuera el equipo de mi tierra. No podía decir que no por eso y por lo que es el Zaragoza. Me sentí afortunado. Fue una alegría y un orgullo.

—La temporada la arrancan bien, líderes a la tercera jornada.

—Sí, pero en Lugo empatamos un partido que me quedó marcado. Era la segunda jornada, estás ajustando cosas, el equipo hace 70 minutos muy buenos y al final nos empatan. Empecé a ver la presión que había y, sin venir a cuento, vi que era todo negativo, muy desmedido, con tensión y ya intuí que iba a ser muy complicado todo. La verdad es que no entendía ya muchas cosas. Claro que tienes que meter presión en el equipo, pero que se pueda controlar, que sea llevadera. Demasiada tensión y prisas...

—Contó en el arranque con un buen Lanzarote.

—Nos daba mucho, entendí que tenía que darle mucha confianza porque era un jugador con un talento especial y con una personalidad que también lo es. Había que darle su sitio y en la pelota parada era diferencial.

—¿Por qué el equipo se cayó?

—Hubo lesionados y teníamos un muy buen once, pero no una plantilla importante. Teníamos por ejemplo dos muy buenos centrales (Cabrera y Silva), pero después faltaban sustitutos de garantías. Recuerdo que en la quinta jornada cayeron Cani y Xumetra y yo vi que teníamos muchos problemas. A lo mejor otro entrenador no lo hubiera visto así, pero esa fue al menos mi percepción.

—Aquel verano regresaron Cani y Zapater, dos emblemas. ¿Qué tal fue su relación con ellos?

—Conmigo estuvieron los dos extraordinarios, dos capitanes con letras mayores que me ayudaron en todo momento. Son diferentes de carácter, cada uno con un talento distinto en lo futbolístico, pero en los cinco meses que estuve con ellos solo puedo tener palabras de agradecimiento. Guardamos una muy buena relación.

—Juan Muñoz es un pepinazo. ¿Se arrepiente de decir aquello?

—A ver... Los entrenadores intentamos dar mensajes positivos a los jugadores y a la gente. Fue una forma de hablar. Juan llegó a Zaragoza joven y ahora lo ha hecho muy bien en el Alcorcón. Me parecía que podía hacer goles y a mí siempre me han gustado los jóvenes. Le costó engancharse y no salió bien, pero solo quise decir que era un punta que nos podía ayudar mucho arriba.

—Con usted fue titular en la portería hasta su último partido Xabi Irureta.

—Nosotros buscamos otro tipo de portero y por las condiciones no pudimos traerlo, era además alguien que yo conocía y que había tenido. Bueno, realmente había dos opciones, pero vino Irureta. Teníamos que apostar por él y es una posición vital que necesita minutos. No se dieron los resultados y en el último partido en Valladolid decidí apostar por Ratón, que hizo muy buen partido.

—Es cesado en la jornada 11 tras seis partidos sin ganar. ¿Entendió la decisión?

—Pensaba que lo podía sacar adelante. Competimos bien en Valladolid, con el Córdoba merecimos ganar, ante el Elche no estuvimos bien... La dinámica era mala, pero hay equipos que aguantan a los entrenadores ocho o nueve semanas y se remonta. Ahí se ve la confianza. Aquí no se dieron los resultados y no confiaron.

—¿Fue a Valladolid sabiendo que se la jugaba?

—Sí, sí, yo lo sabía. No por boca del club, pero es que ya dos partidos antes ya sabía que se estaba cuestionando todo. Era lo que intuía y este mundo lo conozco bien, a nivel periodístico y de entorno. Aunque no te digan nada, que creo que hubiera sido ya gordo, intuyes que ya se te cuestiona. Yo trabajaba y buscaba soluciones, posiblemente me pude equivocar en algún partido, pero el equipo estaba conmigo.

—¿Se fue con amargura?

—Cuando te cesan siempre te vas con una mala sensación porque trabajas con esa pasión para que las cosas salgan bien. Las palabras amargura y fracaso no me gustan, son decepciones y ya está.

—¿Cree que su estilo es demasiado ofensivo para subir?

—No estoy de acuerdo. El Huesca de Rubi era ofensivo y alegre y subió. Albacete, Granada y Osasuna poseen una forma creativa y ofensiva y están arriba. Con buenos jugadores y si eres capaz de tener tranquilidad a partir de una estabilidad las cosas van a cuadrar mucho mejor. Si firmas un jugador de un estilo y luego otros de otro, la cosa deja de casar.

—¿Qué le parece la apuesta del Zaragoza por su cantera?

—A mí me parece perfecto. Si el jugador joven aparece y el club entiende que es válido, adelante. Pero contar con la cantera también lleva su tiempo, no puedes exigirles una gran responsabilidad. Tienes que combinar futbolistas más veteranos con otros más jóvenes. Esa mezcla de experiencia y juventud y luego, insisto, darle naturalidad, teniendo claro el estilo, pero también la necesidad de paciencia.

—Paciencia cuando va para el séptimo curso en Segunda...

—Pero se ve claro que gestionando con esa presión por subir las cosas no funcionan y hay que dar un volantazo. Hay que ser exigentes, pero dejando trabajar y dando confianza y la presión justa.

—¿Ha tenido miedo de que el Zaragoza bajara en este curso?

—Estoy en BeIN Sports y más centrado en Primera y no he podido ver todo lo que habría querido. No veía al Zaragoza jugando mal, sobre todo con Víctor, pero sí más cómodo fuera de casa. Tienen la permanencia prácticamente hecha y el Zaragoza debe hacer un buen proyecto y ojalá consiga volver pronto a Primera.