Víctor Muñoz sabe muy bien lo que se juega esta temporada, en la que aunque parezca que vale cualquier cosa, en realidad solo vale una: el ascenso. Por ello, el técnico ha querido a sus órdenes a jugadores de su indiscutible gusto y reducir el margen experimental al mínimo. Pero en quien confía, lo hace a ojos ciegos. A los entrenadores les gusta dar la alternativa a futbolistas jóvenes con expectativa de presente y recorrido en el futuro. Esas medallas siempre perduran. Ocurrió en su día con Zapater y ahora con Vallejo, el gran descubrimiento, Muñoz o Whalley.

Para la portería, el Real Zaragoza ha buscado todo el verano un hombre curtido, el contrapunto a la juventud de Whalley. Alcolea sigue ahí pero como si no siguiera. El mercado denegó todas las opciones y el club se decantó al final por Bono, un guardameta internacional marroquí, aunque también novel. Su llegada ha generado controversia. Víctor cree en el proyecto Whalley: le ve condiciones reales a pesar de su inexperiencia y su exceso de vista. Pero pocas veces valora la popularidad o impopularidad de una decisión antes de tomarla. La pelota está en el tejado del canterano. Ahora es titular. Si su nivel de rendimiento es sobresaliente será difícil que salga de ahí. Otra cosa distinta será si duda y comete errores.