A media mañana del viernes, antes de viajar a Málaga, donde ayer el Real Zaragoza aplazó la confirmación de la permanencia matemática con su derrota, Víctor Fernández hablaba de los condicionantes que iban a influir en su decisión, una historia de intriga alimentada por la propia personalidad del entrenador, el juego entre bastidores, la trascendencia de la respuesta y la expectación colectiva generada. El suspense habitúa a multiplicar el interés de la resolución. Víctor siempre ha dominado la escena.

A media mañana del viernes, decíamos, hablaba el técnico de que en su decisión iban a pesar, y lo dijo sin profundizar en exceso y así hay que tomarlo, «el potencial económico que vaya a tener el club, el proyecto o la participación en el proyecto». Horas después se conoció que el Real Zaragoza tenía acordado un contrato de cuatro temporadas con Etinof, un extremo francés que ha jugado en la tercera categoría de su país. Un fichaje del estilo de Bikoro, Mingotes o Jeison Medina, pero también de James o Papu, quién sabe qué será. Contrataciones de riesgo a las que la SAD está condenada por su situación financiera.

La respuesta a lo que pedía Víctor llegó pronto: Etinof. No todos serán Etinof, algunos obligatoriamente. El potencial económico de este Zaragoza y sus limitaciones son vox populi. Mientras no aparezca dinero extra, externo o más de la actual propiedad, la realidad del Zaragoza será la que es. Habrá que buscar duros a cuatro pesetas. Con esa política, la única posible en este contexto, se ha gestado esta plantilla, a la que le falta consistencia defensiva, ese otro fútbol y eficacia, pero que tiene muchas virtudes. Bien mejorada, para ser aspirante.