Se acerca la hora del partido y los rituales van sucediéndose. Las larguísimas filas para retirar entradas, fiel reflejo del extraordinario aspecto que presentará La Romareda y de la dimensión que tiene el encuentro, la mística de estas noches de magia en el estadio va tomando forma, los equipos ultiman los detalles previos y los entrenadores ofrecen sus convocatorias. Víctor Fernández ha citado a los 19 disponibles, que se le ha quedado la plantilla algo escuchimizada después de las salidas para hacer hueco a unas entradas que todavía no están culminadas, y Zinedine Zidane se dejará en Madrid solamente a Militao, Casemiro, Isco y Bale por decisión técnica, además de Hazard, Marco Asensio y Mariano, que están lesionados.

Al Real Zaragoza el encuentro le pilla a contrapié teniendo como tiene la mirada fijada en el Carranza, donde el domingo contra el Cádiz puede dar un salto de gigante en sus aspiraciones de ascenso si la moneda vuelve a caer de cara y conserva ese ritmo vertiginoso con el que ha comenzado el 2020, victoria tras victoria. Sin embargo, el equipo, como el deber competitivo obliga, ha llegado hasta aquí en la Copa del Rey después de superar tres rondas (Socuéllamos, Nástic de Tarragona y Mallorca) en las que se comportó con absoluta profesionalidad e hizo lo que correspondía: intentar ganar y ganar cuando estuvo al alcance.

El partido contra el Real Madrid es el de los silogismos, las mil deducciones y elucubraciones de todo tipo y condición, la mayoría de las veces gratuitas. Ni una victoria contra los blancos conllevaría un triunfo en Cádiz ni una derrota significaría que la victoria esté asegurada el domingo, ni eso ni sus contrarios. Ni que si participan determinados jugadores, con un gran peso específico, se vaya a acabar el mundo para el Real Zaragoza a partir de este miércoles a las once de la noche ni que si no lo hacen, el equipo vaya a ser un sputnik. Ni que unos minutos más o unos minutos menos vayan a provocar una concentración de lesiones que, desgraciadamente, y lo acabamos de ver con esta última de Javi Ros y antes con las de Vigaray, Cristian Álvarez o Atienza, por citar varios ejemplos, llegan cuando llegan y siempre lo hacen en mal momento.

El orden de prioridades, sin embargo, debe estar claro. Primero, la Liga. Luego, el mimo con el estado físico de los jugadores, especialmente el de aquellos cuya trascendencia individual y su ascendencia en el colectivo es máxima, que hay varios casos. Y actuar en consecuencia. El resto, lo de siempre: salir a competir y a ganar. Y si se puede, ganar.