No estaba en los primeros planes, pero la decadencia del equipo y los acontecimientos de aquel penoso final de temporada del Real Zaragoza obligaron al derribo completo del edificio y a iniciar un nuevo proyecto desde la misma base. La política de la nueva dirección deportiva del club, con Lalo Arantegui al mando, cambió y se asentó sobre tres líneas maestras: hacer patrimonio con la contratación en propiedad de jugadores desconocidos y revalorizables, abrir el paso entre la Ciudad Deportiva y el primer equipo y apostar por cesiones para los principales puestos de la delantera, donde el precio por kilo del jugador se multiplicaba hasta unos límites inalcanzables para la economía de la Sociedad Anónima.

Esa política dio para lo que dio. Para conseguir varias buenas ventas, como las de Pep Biel al Copenhague o Soro al Real Madrid, adonde años antes el club había traspasado a Vallejo. Dinero fresco para mantener al Real Zaragoza con vida mientras el sueño de abandonar la Segunda División terminaba cada año en pesadilla. Aunque la meta se intuyó con Natxo González, esa política deportiva no alcanzó para consumar al objetivo principal: el ascenso.

Hasta que llegó este pasado verano, con Víctor Fernández en el banquillo y una idea mucho más cortoplacista y decidida. No había nada más allá de junio del 2020. Y el club dobló el rumbo, propósito en el que incidió en este pasado enero. Fuera ya Dwamena, el Real Zaragoza juega con siete futbolistas cedidos, prácticamente todos cortados por un patrón similar: jóvenes, con hambre y un deseo incandescente de hacer carrera en el fútbol. Nada hecho, todo por hacer. Luis Suárez (22 años), Puado (21), Soro (20), Blanco (21), Pereira (24) y Burgui (26) lideran la revolución de los cedidos con un compromiso digno del mayor de los elogios con el equipo en el que pasajeramente están a préstamo. Solo El Yamiq (27) escapa a ese retrato porque en su puesto el objetivo era otro, más kilometraje.

Ninguno de ellos dejará dinero en el Real Zaragoza. Su revalorización solo beneficiará económicamente a los clubs que ostentan su propiedad. Víctor Fernández no quería medios plazos, únicamente inmediatez. Ya. Esta temporada. El rendimiento inminente, que no dejará millones de euros pero que puede generar un rédito extraordinario, de mayor valor que cualquier cheque si el equipo logra su gran objetivo. Otra forma de hacer fortuna.