Los últimos resultados del Real Zaragoza, que sin ser extraordinarios sí que han sido buenos, han provocado un cierto renacimiento de la ilusión por que esta temporada pueda tener una recta final más feliz y al menos con expectativas. Es una mezcla de ilusión en que el futuro sea más halagüeño que el pasado y de inmensa prudencia por la desconfianza que genera el juego del equipo, todavía muy pobre y de poco fiar.

El trabajo de Víctor Muñoz ha provocado beneficios en cinco semanas. El Zaragoza se ha alejado de la zona de descenso y se ha acercado al playoff, elevando las perspectivas. Ocurre que el retraso acumulado en la Liga ha sido tan grande que cada jornada es casi un ultimátum. Empezando por el de esta tarde en Gerona, donde un buen resultado alimentaría la esperanza y una derrota, la desesperanza. El tiempo se le echa encima al Real Zaragoza. Y todo por no hacer a su hora, en noviembre, lo que habría que haber hecho sin dilación ni miramientos. Cambiar de técnico. Con Víctor en el banquillo desde entonces, otro gallo hubiera cantado.