"Necesitamos ayuda". Víctor lo dejó claro nada más terminar el encuentro. Le ha bastado una semana dirigiendo al Zaragoza para confirmar una idea que ya tenía antes de llegar: que los mimbres de esta plantilla están muy justos para mantener la categoría. "Todas las líneas se pueden reforzar. El centro del campo, la defensa y el ataque también...", añadió el entrenador aragonés tras el partido, en una llamada que es una petición de auxilio al club, que no ha sido capaz de concretar ni una incorporación cuando sólo queda una semana de mercado de invierno.

Con lo que hay en la plantilla, el nuevo técnico vivió el partido entre el nerviosismo y la desesperación. Bueno, ya empezó a hacer nervios antes del choque, cuando observó detenidamente las evoluciones de Savio y se dio cuenta de que el brasileño no estaba en condiciones de jugar. Primer contratiempo. Aunque habría más. De hecho, su único momento de alegría llegó con el aplauso cariñoso que le dedicó la afición cuando su nombre se escuchó por megafonía. El resto, casi todo fueron disgustos.

Repertorio de gestos

Vestido impecable con corbata y una gabardina marrón, que quedó más que empapada por la lluvia, sólo aguantó dos minutos dentro del banquillo cuando Pérez Lasa señaló el comienzo. Brazos en jarras, continuas correcciones --sobre todo a la banda derecha de Rebosio y Cani, además de a los movimientos de Villa--, gestos de desesperación, de enfado o protesta, pero también diálogos con el banquillo buscando la complicidad de Raúl Longhi, segundo entrenador.

Pero las cosas, lejos de mejorar, empeoraban. Un leve puñetazo al banquillo tras un falló en el pase de Pirri fue el preludio del gol de Delibasic y, acto seguido, del tanto de Bruggink a punto de llegar el descanso. Víctor cruzó los brazos y miró al cielo como implorando. Pero quedaba la segunda mitad...

Poco se arregló la cosa tras el descanso. El técnico trató de animar a los suyos, pero las más de las veces se le vio cabizbajo y paseando por el área técnica. Eso sí, vivió con más intensidad el choque tras el tanto de Ponzio, contemplando algún resquicio para la esperanza de un empate que las pérdidas de balón del Zaragoza, de las que no paró de lamentarse, se encargaban de apagar. Ese punto sólo podía llegar como un milagro divino y por eso Víctor se santiguó antes de un córner que acabó sin consecuencias para el equipo zaragocista. No era una cuestión de fe, sino de fútbol. El tercer gol balear se encargó de demostrarlo.

Apenas le dio tiempo al nuevo entrenador a escuchar la pitada de la grada nada más finalizar el encuentro, ya que fue uno de los primeros en entrar a vestuarios, pero sí le ha llegado ya para confirmar que sin refuerzos la empresa de la permanencia va a ser difícil. Algo que por cierto también se cansó de decir Paco Flores, casi predicando en el desierto. "Vamos a intentar conseguir esos jugadores", concluyó, dejando la pelota en el tejado del club, de una secretaría técnica a la que se le agota el tiempo y que no se ha esforzado en atender las peticiones del anterior entrenador. A ver si al recién llegado le hacen un poco más de caso...