Hablar de finales en Zaragoza esta temporada no es novedad. Al contrario de lo que suele suceder otros años en que los jugadores se sacuden, con cierta lógica, la presión de tener que ganar todos los partidos en cuanto se empieza a cocer algo sabroso, la condición superior que se le suponía al conjunto aragonés desde el minuto 1 de la Liga obligó a muchos de sus hombres a admitir que su obligación era marcar el paso de la competición. No solo en cuanto a fútbol, también en resultados. La repetición del manoseado término se ha convertido en algo natural en los últimos meses, sobre todo después de aquel maravilloso mes de enero en el que el Zaragoza rozó los puestos de ascenso directo y esbozó un futuro que no fue.

La realidad, más cruda, la enseña la clasificación, que muestra a un conjunto obligado a ganar para no morir. Se ha alejado del suicidio, del terror, de la Segunda B. No parece suficiente. Su cuenta corriente y su escudo le obligan a pensar aún en el ascenso, que pasa en primer lugar por vencer en la matinal de hoy (12.00 horas, Canal+1) a Las Palmas. Si no lo hace, adiós. Adiós a las ilusiones de miles de zaragocistas, adiós a un modo de agarrarse al futuro, adiós a Primera.

Ha elegido mal día el equipo aragonés para ponerse la soga al cuello, mal rival se entiende. Las Palmas no es el primero de la fila ni se ha comportado con la regularidad que se le esperaba, la propia de la experiencia de sus jugadores, ni más ni menos. Sin embargo, no deja de ser el equipo que más calidad acumula de la categoría. Quizá sean coletazos de talento, por aquello de la edad de sus protagonistas, como bien apuntó Víctor Muñoz en su comparecencia del viernes. Al cabo, es talento puro. Aunque se guarde en tarro viejo, el genio sigue siendo. Mejor no destaparlo, por si acaso.

Las Palmas es el equipo con más nombres conocidos para el público medio de los estadios de Segunda. Más que nada porque la mayoría han sido jugadores de Primera, algunos internacionales y de altísimo caché. A saber: Valerón, Apoño, Aranda, Masoud y Momo, por ejemplo. A su ritmo juega el equipo canario, que por cierto dirige un aragonés, Sergio Lobera, cuestionado últimamente por rencillas de vestuario. O sea, un día salen con guantes de seda y al otro ni se presentan. Es un decir. A imagen y semejanza del temperamento de Apoño manejan también su fútbol. Es decir, una jornada pone candado a su cerebro y da rienda suelta a sus pies, a su ingenio; a la siguiente se cabrea con el mundo y es capaz de tirar a la basura el partido de todo el equipo, literalmente.

Las Palmas tiene, sobre todo, fútbol. Intenta manejar los partidos siempre, ya sea en su estadio o fuera, y de hecho ha firmado las mejores tardes de la temporada en los estadios más grandes de la categoría. Es decir, Riazor, El Molinón, el Colombino, La Condomina o El Arcángel. Ha pinchado, efectivamente, en los lugares donde se creyó que le sobraba con su talento, sin concentración ni piernas. Hoy no va a pensar eso, claro. Sabe, además, que con una victoria en La Romareda no solo se puede acercar al ascenso directo (es quinto a cinco puntos del Eibar), sino que liquida al Zaragoza del mapa de candidatos a regresar a Primera División, ya sea en el modo natural o en el indirecto.

Enfrente, el equipo de Víctor Muñoz anda con el agua al cuello, ya se sabe. Tiene que ganar, no le queda otra, al menos para que el final de temporada no sea una tortura, por no decir una masacre. Es inimaginable el ambiente que se puede generar en la ciudad y en el entorno del equipo en el momento que la vuelta a Primera sea imposible. Claro que se podrá hablar aún de ganar todo lo que queda y estirar la tortuosa temporada hasta el final, pero la realidad la marca el partido de hoy, una frontera en la que todavía se levanta la bandera de la ilusión aunque ondee a media asta.

No se sabe en concreto qué Zaragoza se verá, ni Víctor ha querido dar media pista. No están Roger ni Henríquez, ambos sancionados. Pero lo que en cualquier equipo constituiría una gran preocupación, por eso de presentarse a una cita límite sin sus delanteros más titulares, no lo es en La Romareda. Lo explican sus cifras, malas. Así que el técnico pondrá a un chaval del filial, Esnáider o Diego Suárez, o contará con Víctor y Luis García para el frente de ataque. Son delanteros, igual o más. Y tienen más gol, eso parece. Falta le va a hacer ante Las Palmas, un equipo que le exigirá al Zaragoza un buen orden defensivo, pero le concederá contras para que no se despida aún del ascenso. Es así. O hay victoria o adiós.