Las campanadas más deseadas por el zaragocismo dejaron atrás un 2020 que ya es historia negra de un club inmerso de lleno en el peor momento de su existencia. Se esfumó un año que empezó muy bien pero que se fue pudriendo conforme avanzaban los meses y se agudizaba la crisis sanitaria derivada de la imponente irrupción de la pandemia. La tragedia acabó con todo. También con las ilusiones de un Real Zaragoza que nunca volvió a ser el mismo desde que el virus lo paralizó. Empezó el año con pie y medio en Primera y lo acabó en puestos de descenso a Segunda B por méritos propios tras una indigna primera vuelta que costó la cabeza a dos entrenadores y al director deportivo.

Ahora, el Zaragoza abre de par en par la puerta de la esperanza. Lo hace convencido de que el nuevo año será mejor que el que acaba de marcharse. No cabe otra si es que quiere seguir vivo. Para ello, el equipo aragonés se mide a un recién ascendido, el Cartagena, en un duelo que, a estas alturas y sin haber concluido la primera vuelta, ya es toda una final. El cuadro murciano se ha convertido, quién lo iba a decir, en un rival directo en la lucha por una salvación convertida ya en el único objetivo posible para los aragoneses. Tan bajo se ha caído que ya solo hay tiempo para tratar de escapar de un pozo oscuro y nauseabundo en el que el oxígeno comienza a escasear.

Al menos, el efecto JIM ha supuesto un espaldarazo anímico para un grupo de futbolistas que había hecho de la derrota un inseparable compañero de viaje. La llegada del técnico alicantino ha traído consigo dos victorias consecutivas por primera vez en toda la temporada. Una fue en Copa y en la prórroga, sí, pero debe contar como alegría sobre todo ante semejante acumulación de penurias desde que el balón volvió a rodar tras tres meses de parón por la pandemia. Ante el Lugo, ya en Liga, el Zaragoza se comportó como lo que se supone que debe ser hasta el final de este calvario: un equipo serio, digno, decente y capaz de competir ante cualquiera. Eso sí, le sigue faltando gol. Y fichajes. No habrá revolución, en todo caso. Seguirán casi todos y vendrán pocos. Es lo que hay. Lo de arar y los bueyes, ya se sabe.

De hecho, el Zaragoza que afronta el inicio de una vida nueva será muy parecido al que derrotó al Lugo en el último encuentro del maldito 2020, si bien JIM podrá contar con Bermejo y James, ya recuperados de sus problemas musculares. No estarán, sin embargo, Adrián y Guitián, todavía fuera de un estado idóneo para competir, por lo que el técnico mantendrá su apuesta por el equipo que logró frenar la hemorragia en aquel duelo frente a los gallegos. Quizá la única incógnita alcance al ocupante del costado derecho de la medular, con Zanimacchia y Bermejo como aspirantes al puesto.

En el Cartagena, por su parte, ya no estarán los centrocampistas Miguel Ángel Cordero y Sergio Lozano. El primero ha vuelto al Villarreal, desde el que llegó cedido en verano, y el segundo ha sido fichado por el Atlético Baleares. Tampoco estarán, por sanción, Alberto De la Bella y el mediocampista panameño Adalberto Coco Carrasquilla. Estas bajas harán que Aguilar deba recomponer la alineación y es muy posible que los elegidos para suplir ambas ausencias sean David Forniés en el lateral izquierdo y Pablo Clavería en la medular.

El que no faltará será Rubén Castro, habitual azote de un Zaragoza que se reencontrará con Delmás, suplente en un conjunto que tan solo ha sido capaz de sumar cuatro puntos en las nueve últimas jornadas y que fue eliminado de la Copa por el Pontevedra, de Segunda B, lo que le costó el puesto a Borja Jiménez, artífice del ascenso. Cartagonova alberga un duelo a muerte. Por una nueva vida. Por una vida nueva.