Ibiza no está nada mal para retirarse. Calas de 'agüitas' turquesas, atardeceres de beso eterno, noches de espuma y blanco satén. Ese último baile en el paraíso. Pero no, hombre, no. Que no hay nada más placido que el cierzo cruzando el Puente de Piedra o zamparse un Adoquín en ayunas. Cabezón como una cebolla de Fuentes, el paisano Miguel Linares se puso baturro. Don erre que erre. Que él no se iba, que se quedaba.

En agosto Sergio García asomaba entre los deseos de Víctor Fernández. Con Raphael Dwamena y Luis Suárez fichados, sobraba un punta. Linares tenía que marchar. Con 36 años, cumplido por unos meses su sueño de jugar en el Zaragoza de su infancia, en la Romareda que había pisado como aficionado en el sector de la peña de su pueblo, la oferta del Ibiza de Pablo Alfaro, de Fernando Soriano, hubiera tentado a cualquiera. Menos a él. Entre ceja y ceja estaba esa promesa que le había hecho a su familia y a sus amigos de Fuentes. Quería retirarse en el Zaragoza.

Esa tozudez que dicen que es tan nuestra, diez meses y una pandemía después, le está dando la razón a este hombre que lleva el escudo del león en su corazón. El premio al esfuerzo, a la perseverancia, está llegando ahora con minutos de juego a cuentagotas que está rentabilizando con asombrosa astucia de legionario veterano. Dos goles en la comisura de los últimos encuentros, en el descuento de maquillaje ante el Alcorcón y la rúbrica de Lugo, elevan a Linares como el ariete más rentable de las Ligas españolas. Marca cada 52 minutos. Ni Messi (98 minutos/gol), oiga.

Porque no llegó ese Sergio García. Y por la terrible lesión cardiaca de Dwamena. Y porque le dijo que no a esas calas ibicencas. Por eso ha llegado hasta aquí, aunque Linares no debutó hasta la jornada doce. Ni un segundo. Luego apareció un día en los Juegos del Mediterraneo para zanjar un empate seis minutos después de saltar al campo. Un punto ante el Almería que este sábado viene a La Romareda que podria ser definitivo para el ascenso. Quién sabe.

Pero ese ha sido el único partido en Liga en el que ha jugado más de media hora. Víctor siempre le reserva para el final, como un postre, como cambio de oxígeno para Luis Suárez o como última bala loca hacia una remontada. Ni la incorporación del luso André Pererira le ha desconcertado. Él va a lo suyo. A salir para esprintar con agonía, a meter el pie, el codo, la cadera, la cabeza, todo el cuerpo en la batalla, a ser ese delantero de antigua usanza, pesado, que deja un recadito, que sabe colocarse donde debe para rematar de un toque. Oportunista. Zaragocista.

Ha jugado catorce partidos. Nunca ha sido titular. Sólo en los de Copa, ahí sí. Pero en ese tiempo ya ha mejorado los dos tantos que anotó el año pasado cuando debutó en Las Palmas y luego, en La Romareda, marcando ante el Lugo. Un veterano de 37 años que es el aragonés que más veces ha jugado en Segunda (265), ese que igualaba a Cristinao a 'hat-tricks' (marcó tres seguidos en el Tartiere) en su mejor año con el Oviedo, donde hizo 28 tantos para ascender desde Segunda B.

El viejo Pichichi, como lo llama el 'Pana' Luis Suárez, con cariño y respeto, el mismo que le tiene todo un vestuario donde es jefe. Viejo por las canas que asoman, por las entradas excavadas en tantos cabezazos. Viejo porque Linares lleva una vida marcando goles. Diez cursos seguidos celebrándolos en Segunda. 120 en toda su carrera. Cifras que se dicen pronto y se tarda en encontrarlas en las estadísticas. Viejo de bueno.'

“Jugar en el Zaragoza es un sueño cumplido. No sólo mio, de mis amigos, el de mi familia». El viejo Pichichi no quiso irse. Lo tenía claro. Tanto como esa arena fina de Ibiza. Que no. Porque lo que el quiere es subir a su equipo a Primera. Y en eso está. Cabezota.