No solo son las cuatro derrotas en seis partidos. Se diría, de hecho, que tamaña acumulación de decepciones se convierte en la consecuencia de una serie de problemas que viene mostrando un Zaragoza desconocido que en nada se parece a aquel obús que iba directo a Primera antes de que el maldito coronavirus lo echara todo a perder. En marzo, la fiabilidad era la gran seña de identidad de un equipo mayúsculo que ahora ha perdido toda aquella solidez que le convertía en el principal favorito al ascenso. La sensación generalizada era de que, de no haber mediado el parón, el liderato era solo una cuestión de tiempo para un Zaragoza que ahora deambula desnortado, con la mirada perdida y el corazón encogido.

1. Ni poderío ni sintonía: física y química

Antes del parón, el Zaragoza era poderoso. Los problemas físicos de algunos de sus jugadores no suponían una seria amenaza porque Víctor disponía de alternativas de garantías. Llegaban los aragoneses al tramo decisivo de la competición en el pico de forma adecuado, con la flecha hacia arriba y siendo el mejor equipo de la competición. Daba igual que el Deportivo llegara enrachado a La Romareda o que el Málaga recibiera a los de Víctor en estado de gracia. El Zaragoza imponía casi siempre su ley. Su fe en sí mismo era inquebrantable y su fortaleza física y anímica, con la práctica totalidad de sus jugadores clave en un gran momento, dibujaban un porvenir glorioso.

Pero el virus lo cambió todo. Cayó, otra vez, Vigaray, y también Puado, dos pilares básicos. Otros como Suárez o Atienza afrontaron la reanudación de la competición muy lejos de una versión aceptable. El lógico bajón obligaba a una recomposición en tiempo récord, pero, lejos de producirse, el equipo va a peor. La baja forma de Suárez, Atienza o James penaliza tanto como las ausencias de Puado o Vigaray, recién incorporados, y a ello se une la grave afección moral que la concatenación de derrotas está teniendo en un grupo poco acostumbrado a perder. De hecho, la cura psicológica se antoja la principal tarea a acometer por el cuerpo técnico. Si el Zaragoza no levanta cabeza, se acabará hundiendo.

2 Personalidad y carácter. Liderazgo

Se echa de menos cierta 'mala leche' en el terreno de juego. Cuando las cosas no funcionan y la crisis irrumpe con fuerza, la necesidad de un líder capaz de transmitir fortaleza y carácter al resto es fundamental. Y el gran y sano vestuario del Real Zaragoza carece de un futbolista con estas condiciones. Los hay con personalidad y madurez, pero quizá no con esa capacidad de liderazgo que requieren las situaciones delicadas. También en este aspecto es la hora de Víctor, seguramente, el líder de un Zaragoza que necesita más que nunca a su entrenador.

3 Víctor y su fe en los de siempre

Víctor es de los que depositan su confianza absoluta en un once del que apenas mueve piezas si no es por obligación. El técnico prefiere plantillas cortas y un equipo base, pero quizá ha llevado ese dogma demasiado lejos. Porque, con el calendario tan comprimido y la obligación de jugar once partidos en poco más de un mes, la sensación es que Víctor ha arriesgado demasiado prescindiendo de las rotaciones y apostando casi siempre por los mismos. Apenas un cambio, dos como máximo, de una jornada a otra en una alineación en la que, por ejemplo, siempre ha estado Eguaras -a excepción del pasado viernes en Girona al encontrarse sancionado- cuando el navarro sufrió un problema muscular que le dejó fuera de combate hasta apenas unos días antes del retorno de la competición.

Esa apuesta por los de siempre denota tanta confianza en unos como desconfianza en otros. Y, claro, esa falta de minutos supone un riesgo añadido para jugadores que, cuando salen al campo, carecen de ritmo y afrontan cada minuto como una reválida. Clemente y su error en Girona serían un ejemplo de ello. Sin embargo, a Atienza, que ha cometido varios fallos serios en los últimos partidos, no se le cuestiona.

4 Errores graves propios y ajenos

El Zaragoza está pagando flagrantes errores individuales (Atienza y El Yamiq ante el Alcorcón o Clemente en Girona ) que le han costado puntos. Atrás queda aquella seguridad defensiva en la que el fallo era algo extraordinario. Aquel equipo que dejaba la portería a cero en la mitad de los partidos que jugaba ha dado paso ahora a un grupo excesivamente vulnerable que siempre recibe goles. De hecho, solo Zaragoza, Mirandés y Extremadura han encajado en la media docena de encuentros disputados. Por ese sumidero se esfuman las esperanzas del Zaragoza y las ilusiones del zaragocismo.

Claro que también ha habido graves errores ajenos que han perjudicado a los aragoneses. El mayor fue el cometido por el VAR en el derbi aragonés, al ignorar una clara falta de Pulido a Puado que dio origen al gol del triunfo del cuadro azulgrana en el último instante del choque.

5 Los fantasmas de una casa vacía

Precisamente, parece probable que aquella jugada entre Puado y Pulido pudiera haber sido juzgada de otro modo con seguidores en la grada. No hay duda de que cerrar la puerta al aficionado ha sido fatal para el Zaragoza, sin duda, el equipo más perjudicado por la falta de aliento desde el graderío. El fútbol en un campo vacío ha supuesto un lastre para una escuadra acostumbrada a ser rescatada por los suyos cuando lo necesita.

Tres derrotas en otros tantos encuentros jugados en La Romareda tras el parón evidencian que jugar como local ha pasado de ser una bendición a un escollo. El conjunto aragonés ha perdido en casa en apenas un par de semanas tantos partidos como antes del parón. Pero el candado se mantendrá hasta el final, así que más le vale sobreponerse ya. De los cinco duelos que restan, tres son en La Romareda.

6 Sin pólvora cuando más se necesita

El Zaragoza ha perdido cuatro partidos de los seis jugados tras el parón cuando en los 31 anteriores había caído en seis. El rotundo dato esconde, además de la fragilidad defensiva, una no menos preocupante sequía goleadora. De hecho, el cuadro de Víctor se ha quedado sin marcar en la mitad de los choques disputados (ante Almería (0-2), Huesca (0-1) y Girona (1-0) y el tanto que anotó frente al Alcorcón (1-3) llegó en el descuento. De ese modo, no ha anotado en los tres duelos ante los rivales de más entidad y adversarios directos por el ascenso a Primera.

La pérdida de Puado, la baja forma y problemas físicos de Suárez o la escasa aportación de la segunda línea sitúan a Linares como el atacante más inspirado post-covid. El veterano delantero es, con dos goles, el máximo artillero junto a Guti en este tramo y eso que aún no ha sido titular.

En este apartado, la presencia de Burgui no ha aportado nada. Goza de la total confianza de Víctor, pero su contribución ofensiva ha sido nula hasta ahora. Eso, unido a que su colaboración defensiva tampoco está siendo muy efectiva, lo han situado en el centro de las críticas. Kagawa, que pareció recuperado para la causa, ha vuelto a desaparecer.

7 Problemas en estático y en la presión

El Zaragoza era un peligro con velocidad. La rapidez de Suárez le permitía utilizar el balón largo como gran recurso no solo en busca del camino más corto hacia el marco contrario sino también para encontrar una segunda jugada y estirar líneas. Sin embargo, esa herramienta parece haberse convertido ahora en la única existente en la caja. Pero ni el colombiano es el que era ni el resto tampoco, así que aquella arma letal es ahora casi inofensiva. El Zaragoza sigue haciendo daño cuando corre, pero mucho menos y, además, ya no es capaz de herir de otro modo debido a sus serios problemas en el juego en estático.

También se añora aquella presión alta que tantos réditos le otorgó al equipo. Ahora, con Suárez tocado y Puado recién llegado, ese arma también se ha oxidado. Sobre todo, cuando Kagawa ejerce en la mediapunta, ya que el japonés no se destaca por su capacidad para asediar al rival en la salida del balón.

8 En el peor momento en el peor momento

Hacía nueve meses que el Zaragoza no perdía dos partidos consecutivos. Fue allá por octubre, cuando cayó frente a Mirandés (1-2) y Sporting (4-0). Parecía imposible que fuera a repetirse algo así a tenor de la fiabilidad exhibida por un equipo que siempre se había levantado después de una caída. El virus, sin embargo, también ha cambiado esto.

Es el peor momento para estar en el peor momento. Apenas restan cinco jornadas para la conclusión y el Zaragoza se encuentra inmerso en una crisis que amenaza seriamente sus aspiraciones de ascenso, al menos, de forma directa.

Pero hay tiempo. A eso, precisamente, se aferra un Zaragoza que mantiene intactas sus opciones de acabar entre los dos primeros y que tiene prácticamente asegurado jugar los 'playoff'. Pero no lograr subir por la vía rápida supondría una frustración considerable después de haber estado tan cerca de lograrlo, y ese varapalo anímico sería un pesado lastre en la promoción. Además, el calendario ahora se suaviza y, aunque ya no depende de sí mismo, el Zaragoza está a tiempo de volver a ser él mismo.