Algunos han dado un rendimiento extraordinario y fueron claros dardos en el centro de la diana, otros tuvieron épocas, hubo quien apenas dejó huella y también los que se fueron por donde vinieron con toda la pena y ninguna gloria. En la viña de Lalo Arantegui ha habido de todo desde que está a su cargo la responsabilidad de la dirección deportiva del Real Zaragoza, aunque la balanza hasta ahora se inclina a su favor y así lo entendió el club cuando hace varias semanas lo renovó por cuatro temporadas. Fichajes estelares, brillantes, buenos, normales, de andar por casa y algunos también fallidos, haya sido cual haya sido el resultado, la línea de actuación del ejecutivo zaragozano se ha basado en unos parámetros comunes desde el primer día que aterrizó en la institución, allá por febrero del 2017: el trabajo de anticipación, la agilidad en el mercado, donde acude con meses de antelación a la apertura de las ventanas clásicas, y la planificación a mucho tiempo vista. Lo hizo ya en la primera campaña que diseñó por completo, la 17-18, lo ha repetido desde entonces y lo está volviendo a hacer ahora en la gestación del próximo proyecto, el de la temporada 20-21. El Real Zaragoza tiene acordadas ya las contrataciones del delantero esloveno Haris Vuckic, que queda libre tras destacar en el Twente holándes con once goles, y de Pep Chavarría, lateral izquierdo del Olot, uno de los jugadores más significados de su puesto en Segunda B y en cuya contratación se adelantó al filial del Barcelona.

Ese marchamo, esa señal claramente diferenciadora de Lalo Arantegui, comenzó a verse con transparencia desde su fichaje procedente de la Sociedad Deportiva Huesca como una apuesta de Luis Carlos Cuartero, director general. Aquel verano el director deportivo hizo tabla rasa con el pasado y construyó con esta praxis el bloque que jugó el playoff de ascenso y lo perdió ante el Numancia contra pronóstico. Así llegó el entrenador, Natxo González, con el que el Real Zaragoza alcanzó un acuerdo en mitad de la temporada previa. Del mismo equipo, el Reus, firmó Alberto Benito en circunstancias similares. En ese primer ejercicio, con el criterio de la anticipación, fichó a Eguaras, que terminaba contrato en el Mirandés, a Papu del Dinamo Tiflis georgiano a cambio de un pequeño traspaso, a Buff del Zurich, a Grippo del Vaduz o a Pep Biel, del Almudévar, para el filial. El remate a esa plantilla fue Borja Iglesias, culminado en pleno verano pero en la gestión de cuyo fichaje el club invirtió meses.

La campaña 17-18 fue la más prolífica en esta manera de hacer las cosas por razones de necesidad. El marchamo de Lalo se mantuvo en la siguiente aunque a menor escala, dado que la base de la plantilla era ya más amplia y estaba previamente edificada. Aun así acordó mucho antes del verano la llegada de James Igbekeme (150.000 euros al Gil Vicente portugués), de Diego Aguirre (libre del Rayo Vallecano), Jeison Medina (Leones de Colombia) y, como con Borja, destinó decenas de llamadas de teléfono y meses al fichaje de Marc Gual aunque se cerrara en plena ventana veraniega.

En la temporada en curso, detenida por la pandemia, Lalo Arantegui contrató con ese modelo de adelanto de los tiempos a Bikoro (Teruel), Mingotes (Ejea), el frustrado por un problema de salud de Etinof (Stade Lavallois) y a Luis Suárez, activado durante la primavera pasada y fichado en calidad de cedido del Watford gracias a ese acusado sentido de la anticipación. Esta campaña ha sido la que menos peso ha tenido esa forma de hacer las cosas, sobre todo por la presencia de Víctor Fernández, que reclamó una política de contrataciones menos aventurada y más de tiros hechos. Para la siguiente, la 20-21, ya hay al menos dos piezas nuevas fijas: Vuckic y Chavarría.