Lo que el futuro deparará está por escribir. Lo que ya está escrito es que en solo tres jornadas Juan Ignacio Martínez ha puesto en valor la apuesta por su figura y ha dejado en buen lugar la decisión de la SAD de cambiar de entrenador por segunda vez en mitad de la primera vuelta. JIM ha sacado al Real Zaragoza de los puestos de descenso en los que se lo encontró. El primer objetivo está conseguido: la reactivación del equipo. Sin embargo, el camino que queda por recorrer todavía es muy largo.

Toda una segunda vuelta por delante a la que el Zaragoza llega con el fútbol mejorado, las energías renovadas y la convicción fortalecida pero con unos problemas coyunturales de base importantes, especialmente en el frente del ataque. Solo Narváez ha respondido de acuerdo a sus expectativas, con seis goles y alguno más que no fue porque el infortunio se lo negó. El Toro Fernández y Vuckic, los otros dos mascarones de proa del proyecto a nivel ofensivo, han concluido la primera parte del campeonato sin haber marcado, algo completamente inusual y una anormalidad de tal calibre que revela la magnitud del problema.

Del Toro Fernández está todo muy hablado. Tanto Miguel Torrecilla como JIM le han dado un extraordinario respaldo público. En las últimas semanas, su esfuerzo ha sido tan grande como su nulidad ante el gol. Sobre Haris Vuckic se ha puesto el foco mucho menos. Fue uno de esos fichajes que Lalo Arantegui realizaba por anticipación, cerrado en el invierno pasado a cambio de un buen contrato, suculento y largo, y después de una temporada notable en el Twente holandés, con once goles en 25 partidos. Hombre ya hecho, 28 años, internacional y recorrido en el negocio, incluso en Inglaterra.

Después de 21 jornadas de Liga en el Real Zaragoza, de Vuckic llama sobre todo la atención su intrascendencia. El esloveno, que en uno de sus viajes con la selección de su país hizo un hat-trick contra Moldavia, no solo no ha anotado, función principal de un delantero fichado para ello, sino que no ha dejado huella alguna. Cuando ha jugado, doce partidos, 438 minutos, ha sido como el pan sin sal. Atacante de cuerpo imponente y, a priori, buen juego de espaldas, aptitud para la asociación y capacidad para desenvolverse en punta o en llegada, Baraja empezó confiando en él. Luego cayó en desgracia. Iván Martínez lo orilló. JIM, de momento, también. Vuckic no ha tenido siquiera capacidad de rebeldía para sublevarse contra su propia situación en los momentos en los que lo ha podido hacer. Ahí, donde se cuecen las habas, es donde el Real Zaragoza debe centrar sus principales esfuerzos para reforzarse ahora en enero. Aunque Bermejo asomó contra el Logroñés la patita de la segunda línea, el equipo necesita gol de manera alarmante. El gol que el Toro y Vuckic no le han dado.