Era un partido para abrir brecha, para dar un paso de gigante, para poner un abismo de cinco puntos con los puestos de peligro recogiendo los frutos de la buena dinámica desde la llegada de Juan Ignacio Martínez, la que llevaba a firmar 14 puntos de los 21 anteriores. Sin embargo, la derrota ante el Alcorcón de este lunes no solo no trajo más tranquilidad sino que acercó el descenso a solo un punto y devolvió a la cercanía a una colección de fantasmas que parecían diluidos. El Zaragoza que cayó ante el Alcorcón recordó en lo paupérrimo de su ataque al de muchos encuentros del inicio de curso, lo mismo que la debilidad en la estrategia defensiva también hizo viajar a etapas más oscuras, igual que la fragilidad como local, la que se había evaporado y que regresó en forma de derrota, o la incapacidad para gobernar los partidos en el mediocampo, un mal que parecía haber desaparecido y que se retomó.

El Zaragoza remató 11 veces ante el Alcorcón y solo dos a puerta, números que con JIM fueron peores solo ante la Ponferradina y, en los disparos totales, en Málaga, si bien en La Rosaleda las veces que llegó lo hizo con mucho peligro y fue muy eficaz, ya que anotó dos dianas. Los pobres registros ante el cuadro alfarero fueron peores en seis de los ocho partidos con Iván Martínez y en cuatro de los 10 con Baraja, pero la poca pólvora zaragocista fue demasiado similar a la de aquellos envites, a las tardes grises ante el Leganés, el Mallorca, el Tenerife, la Ponferradina en El Toralín, el Castellón y el Sporting, por ejemplo.

Esa incapacidad en ataque, con el segundo partido con JIM sin marcar, aunque en Albacete sí mereció hacerlo (cuatro remates a la madera), se puso de manifiesto en que el Zaragoza solo inquietó a Dani Jiménez en un remate desviado de Narváez tras jugada con Alegría, en un cabezazo de este y en un fallido remate de Vigaray tras una falta. Poca sustancia para inquietar a un rival pertrechado en una defensa con tres centrales, algo que ya hicieron el Málaga y el Sabadell, en los dos partidos anteriores, aunque entonces el Zaragoza supo afrontarla mejor.

El caso es que Anquela le ganó la batalla táctica a JIM y cortocircuitó la medular zaragocista, que venía de un rendimiento notable en el 4-1-4-1 con James cerrando el triángulo con Eguaras y Francho. El Zaragoza nunca gobernó el pleito en la medular, lo que sí estaba logrando en la gran mayoría de los partidos con JIM y eso le devolvió de lleno a lo que sucedía antes de la llegada del técnico alicantino en numerosas ocasiones.

También volvió el fantasma de la estrategia, tan dolorosa en este curso. Había sido el Alcorcón, por medio de León, y en la Copa el pasado 5 de enero el último equipo que le había hecho daño al Zaragoza, muy seguro últimamente en esas bombas aéreas de los rivales. Casi dos meses después, volvió un gol desde la pizarra, esta vez en propia puerta de Cristian, también en su peor versión del curso, la que ofreció en los albores de la Liga y de la que parecía recuperado, después de un saque de esquina de Dani Ojeda.

Antes, desde la estrategia habían llegado los goles de Andújar, para el Cartagena, en el otro encajado por JIM desde esa faceta, Arnaiz (Leganés), Moha (Mirandés), Sola, en propia puerta, y Dani Romera (Ponferradina), Borja Sánchez (Oviedo), Lemos (Las Palmas), y también el que Cristian Álvarez se metió tras el disparo a bocajarro de Fran Sol en Tenerife, por lo que con los dos mencionados del Alcorcón completan esa decena de dianas, el 37,03% de las 27 encajadas en competición oficial.

Lo peor es que el Alcorcón el lunes volvió a rematar casi toda la pelota parada. Lo hicieron sobre todo Juanma, Escobar y Gual. Eso sí que no estaba pasando y recordó al inicio del campeonato, a esos malos espíritus que aparecieron de golpe en una Romareda que llevaba cuatro partidos seguidos con victoria y que estaba a un paso de igualar los mejores registros de los que va de siglo, alcanzando un repóker que solo se había visto en cuatro ocasiones. Pero el Zaragoza volvió a caer en su feudo, en esa sangría que tiró por la borda el ascenso tras el parón por la pandemia y la ausencia de público en las gradas y que también se manifestó en el comienzo de la temporada actual.

Esa colección de fantasmas recuperados trajo una derrota que es un duro golpe, un sopapo de realidad y un frenazo en seco para un equipo que el domingo, en 5 días, juega en Oviedo. Mejor que lo haga pronto, porque las dos derrotas en la Liga con JIM llegaron en partidos con mucho tiempo para prepararlos, dos semanas antes de Albacete y diez días esta vez.