Lejos de la ciudad puede resultar hasta insólito el debate permanente que existe alrededor de la portería del Real Zaragoza cuando su titular, Whalley, ha jugado de inicio y de forma continuada las once jornadas de Liga. Aquí extraña menos, por tradición histórica primero, y después por el rendimiento de los últimos partidos y por la importante cantidad de particularidades ocultas que tiene el caso. El fichaje de Bono se produjo tarde y Whalley cogió el sitio. Lo hizo bien desde el principio, muy bien en algunas tardes. En varios de los encuentros más recientes, su nivel de seguridad ha descendido, la mayoría de las veces a la par y en completa consonancia con el del resto del equipo.

Sin embargo, a cada error, a cada desacierto del canterano, la sombra de Bono se hace más alargada. El marroquí le gusta a Víctor Muñoz. Se podría decir que le gusta mucho. Bono es un guardameta ágil, con reflejos, buenos movimientos y, a priori, más hecho que Whalley. Eso es lo que deja ver en los entrenamientos, que es por lo único por lo que se le puede juzgar. El canterano no desmerece entre semana, de ahí que la competencia sea preciosa. La apuesta por uno es la apuesta por la Ciudad Deportiva: hacer un jugador propio y, si rompe, convertirlo en una gran inversión. La apuesta por el otro, prestado por el Atlético, es la apuesta por el presente y por las buenas relaciones entre clubs para futuras cesiones.

La fruta de Whalley está madurando, pero la cercanía de la Copa África, por la que Bono se ausentará más de un mes, cuenta a su favor. Si el marroquí se marcha con su selección sin haber jugado, veremos si vuelve para seguir sin jugar.