Seguramente una propuesta de este cariz pertenecerá a día de hoy más al terreno de la reflexión y, si se quiere, al de la buena voluntad antes que al de la realidad. La distancia de las posturas y la confrontación de intereses múltiples en las negociaciones de compra, venta y reventa del Real Zaragoza, los que se ven y los que no se ven, son excesivas en estos momentos. Sin embargo, nunca es tarde si la dicha es buena para dejar la sugerencia flotando en el aire por si al albur de un tiempo de esperanza pudiera llegar a florecer, de forma completa o simplemente de manera parcial.

El Real Zaragoza atraviesa el momento económico más delicado de su historia, hasta el punto de que una hipotética liquidación de la SAD ha dejado de ser un temerario juego de palabras para convertirse en una inquietante posibilidad a la vuelta de un mes. En una situación de tanta debilidad --extrema, casi límite-- en la que un simple soplido es capaz de hacer temblar las estructuras del club, el Real Zaragoza necesita cualquier cosa menos trifulcas, disputas, crispación, desavenencias y fuego cruzado. A cada batalla adicional, a cada nuevo combate, la SAD queda dañada un poco más y su fragilidad se ve acrecentada.

A pesar de ser una propiedad completamente privada que dejó de pertenecer a sus socios para pasar a manos de unos máximos accionistas, algunos de buen recuerdo, otros de terrible legado, el Real Zaragoza siempre será un sentimiento masivo y uno de los principales símbolos de Aragón. Esa condición, adjudicable a muy pocas figuras en la comunidad, debería exigir otro comportamiento en la peligrosísima travesía de esta tortuosa etapa post Agapito Iglesias.

Un acuerdo de Estado entre todas las partes dispuestas a colaborar económica y sentimentalmente en la salvación del Zaragoza, que olvidara las diferencias y pusiera en valor los puntos en común. Que sumara fuerzas de un lado y de otro, con la supervivencia del club como faro único y ajeno a cualquier interés particular. Una ilusoria plataforma de rescate, con la mayor potencia financiera posible, capaz de terminar con las guerras de guerrillas y agrupar sensibilidades bajo un solo paraguas común: la salvación del Real Zaragoza. ¿Por qué no una alianza entre los mexicanos, los aragoneses y Sheikh y Láinez?