El Zaragoza deficiente es ahora un equipo sobresaliente, de 10, cuando los dos vértices de su composición, portero y delantero, brillan en su juego. Borja Iglesias ha marcado en seis de las últimas siete victorias del cuadro de Natxo González, lo que describe su talento resolutivo y su juego determinante en un equipo que resurgió primero con las paradas de Cristian Álvarez.

Fue el argentino quien sostuvo y levantó al Zaragoza cuando escapaba de los infiernos al lado opuesto de la clasificación. Dijo Alberto Zapater hace poco que aquel penalti detenido por el portero la tarde ante el Córdoba pudo ser el momento puntual de la temporada. Un derribo de Lasure puso al Zaragoza al borde de la depresión a diez minutos del final, cuando el encuentro y la situación atenazaban a un equipo angustiado por su circunstancia. El meta pareció entrar en trance segundos antes de que Alejandro Alfaro eligiera la izquierda para el disparo. Cristian ‘se desmayó’ hacia la derecha para poner al Zaragoza en el camino de los mejores. Han transcurrido diez semanas desde entonces. Ocho partidos ha ganado su equipo, más el empate en Alcorcón y la extraña derrota frente al Sevilla Atlético.

«Intento dejar la mente en blanco, relajarme, no saber lo que pasa a mi alrededor», explicó el portero, que a principios de diciembre ya había detenido un penalti en El Molinón en parecidas circunstancias. A cuatro minutos del final adivinó el lanzamiento de Michael Santos y propició la victoria del Zaragoza. Fue el aviso del portero que llegaba, aunque un error contra el Cádiz le supuso una tarjeta roja que le impidió estar en el siguiente encuentro liguero, en Albacete.

El argentino, que se asentó con el 2018, dejó este sábado otra buena parada al sacar una mano de reflejos en un remate de Antonio Martínez. Después manejó el tiempo y el resultado. Se ganó una amarilla por retardar un saque como ya le había ocurrido dos veces antes. Esta vez en el minuto 89. Las dos anteriores en el 90, ambas ante el Nástic.

Más allá de la intervención en el Reino de León, quedará guardada su soberbia actuación en Pamplona, donde dejó un repertorio de paradas: de reflejos, a mano cambiada, de posición, de experiencia… El catálogo de intervenciones llevó al Zaragoza a un triunfo increíble en El Sadar. Había sido decisivo antes en Tarragona, por ejemplo. En Soria, por ejemplo. En Alcorcón, por ejemplo… Desde aquel 26 de enero ante el Córdoba, Cristian ha sido determinante. Aquella tarde se acordó del otro extremo del campo. Borja había fallado su segundo penalti, se había desquiciado en un partido de desaciertos y la gente le había reconducido con silbidos. «Todos los futbolistas pasan por momentos malos, pero de los momentos duros es de donde más se aprende», dijo el portero en referencia al delantero. La mala racha del gallego estaba a punto de quebrarse. En Alcorcón no acertó, pero ante el Lugo comenzó una serie que siguió en Tarragona y frente al Oviedo. No marcó en Los Pajaritos la tarde que más ocasiones tuvo, pero volvió a atinar ante el Lorca y fue definitivo en Pamplona con dos dianas. Se añadió al lapsus general ante el Sevilla Atlético, pero otra vez apareció en León. Goles y más goles hasta sumar 16, siete en las últimas ocho jornadas.

El corazón del Zaragoza, se sabe, son los aragoneses que acumulan sacrificio y compromiso. El fútbol de las áreas, sin embargo, lo están ganando el delantero y el portero, artistas fundamentales de las últimas representaciones zaragocistas. El equipo de Natxo González es infalible cuando refulgen el guardameta y el bombardero, el 1 y el 9. El 10.