En la presentación de Víctor Muñoz, el presidente, don Alfonso Soláns Soláns, con su habitual desonfoque optimista por desconocimiento de lo que es el fútbol y sus circunstancias, se atrevió a asegurar que este equipo todavía puede jugar la próxima temporada en Europa. De la Champions League, a la que nombró y no de soslayo, se puede decir, con escaso margen para el error, que el conjunto aragonés se despidió ayer. No así de la clasificación para la Copa de la UEFA si el Real Zaragoza gana la Copa del Rey, lo que aún es posible por muy poco creíble que parezca. Soláns tuvo ese día un manejo inoportuno de las palabras, pero como nadie le asesora para que frene su pueril entusiasmo de forofo advenedizo ni le advierte de que tiene una plantilla paupérrima, pues en cualquier otra rueda de prensa se le ocurrirá aventurar que lucharemos por una plaza en la Eurocopa de Portugal, o que los fichajes, como los niños, vienen de París.

La afición se merece un mayor respeto, sobre todo después de lo que soportó ayer en La Romareda, una severa humillación. No fue una derrota más, sino la confirmación por enésima vez de que este Real Zaragoza es un fraude, una estafa, un montón despersonalizado de jugadores que están cavando con interés su tumba, es decir el descenso. Poco importa que en el banquillo estén Paco Flores, Víctor Muñoz o Bart Simpson . No hay nadie capaz de resucitarlo y se antoja que cuando Miguel Pardeza llegue con el monedero al mercado de invierno, le van a dar con la puerta en las narices --queda una semana-- o tendrá que comprar pan duro por blando.

DESGARRADORA REALIDAD La actitud peleona del Camp Nou tuvo fecha de caducidad en el encuentro de ayer. Superado el subidón de motivación que provoca un cambio en la dirección técnica en la sensible muchachada, la realidad desgarró sin piedad cualquier ilusión de un giro radical ni en lo táctico ni en lo filosófico ni en lo esotérico. El Mallorca se encargó de descuartizar los espejismos, y lo hizo como un equipo de otra galaxia , como un serio aspirante a la Liga de Campeones. No es ése su destino, ni mucho menos, pero con sólo mirar la diferencia de envergadura física entre unos y otros, daba la impresión de que el primo de Zumosol estaba aporreando la cabeza a un recién nacido.

Las distancias se ampliaron mucho más en la dimensión del fútbol. El conjunto de Luis Aragonés descifró pronto todos los defectos de un Real Zaragoza que únicamente completa las casillas horizontales de los crucigramas que se le plantean en los partidos. En el centro del campo se fraguó la catástrofe. Cuartero, Ponzio, Cani y Vellisca llevaban una pelota medicinal de lado a lado, sin avanzar un metro, mientras que Nené, Colsa, Nadal y Finidi tiraban ligeros balones verticales para el debutante Delibasic, que traía buena fama y salió de La Romareda doctorado. El serbio, de zancada larga, presión amenazadora y un abanico de detalles para asegurar que es un ariete de altura, marcó un señor gol de cabeza y ofreció el segundo a Bruggink. Todo esto en la recta final de la primera parte, de la que se recuerda por parte local un remate de Yordi que Villa impidió que entrara en la portería de Leo Franco.

Lussenhoff y Fernando Niño desactivaron con el dedo meñique a la pareja atacante diseñada por Víctor. Yordi se desconectó él mismo, y Villa fue víctima de la pérdida de protagonismo a la que le sometió la cercanía de su estático compañero. El equipo que menos goles marca en casa, donde no gana desde el 19 de octubre, sucumbió sin embargo en el mediocampo. Nadal, a sus 37 años, ofreció un recital de dominio aéreo y de criterio en la circulación de la pelota. La exhibición del veterano jugador estuvo aliñada con otro solo de violín de Nené, autor del tercer tanto mallorquín que dejó el de Ponzio en una anécdota.

La bofetada sonó como una bomba y dejó a la hinchada muy dolida y a Víctor Muñoz aturdido en su debut en el hogar. Adiós a la Champions League. Soláns tendrá roto el corazón. Qué pena.