El 30% de posesión que el Real Zaragoza registró el pasado lunes ante el Mirandés pregona a los cuatro vientos la confirmación de un cambio de tendencia por parte de JIM y la adaptación del equipo aragonés a una nueva forma de vida. La lucha por la supervivencia ha llevado al técnico alicantino a buscar un modelo distinto en el que el balón ya no es protagonista, sino un elemento perfectamente prescindible.

Al Zaragoza de JIM no le importa ceder la posesión al rival si este la desea, sobre todo si los aragoneses han sido capaces de adelantarse en el marcador. En ese caso, la lógica obligación del adversario de atacar no incomoda en exceso a un Zaragoza al que nadie ha sido capaz de remontar en La Romareda cuando se ha puesto por delante desde que estrenó el tercer técnico. De hecho, ha salido victorioso en seis de los siete encuentros que ha jugado como local desde que el alicantino tomó el mando. Solo el Alcorcón fue capaz de puntuar, llevándose los tres puntos merced a un tanto en propia puerta de Cristian. El último rival que marcó en el estadio municipal fue el rayista Pozo hace cuatro meses.

La práctica totalidad de ese casi pleno de victorias de JIM en casa ha tenido un denominador común: un porcentaje de posesión inferior al del rival. Solo en el primer partido del entrenador en casa, ante el Lugo, el Zaragoza dominó a su oponente en este registro (58%). Desde entonces, el equipo aragonés ha ido perdiendo protagonismo con el esférico en los partidos disputados en La Romareda. Muchas veces, un gol tempranero ha propiciado en mayor medida esa concesión del balón al contrario. Así sucedió ante el Logroñés, al que Narváez marcó en el minuto 17, o en los dos últimos choques frente a Tenerife y Mirandés. En ambos, el Zaragoza ya iba por delante antes de que el reloj alcanzara el minuto 20, lo que facilitó su plan de trasladar la responsabilidad con el balón a su rival, esperar con las líneas muy juntas y tratar de salir en transiciones rápidas o contragolpes.

Tendencia confirmada

Así, en todas las victorias logradas con JIM, salvo la referida ante el Lugo, el Zaragoza tuvo el balón menos tiempo que el rival o, como ante Logroñés (2-0) lo compartió al 50%. Frente a la Ponferradina (1-0), a la que marcó casi al descanso, no pasó del 47%, dos puntos más que ante el Tenerife (1-0) y mucho más que en el duelo del lunes ante un Mirandés que arrebató el balón a un Zaragoza que, si bien sufrió en la primera parte, apenas concedió ocasiones de peligro en la segunda y que dio muestras de no encontrarse excesivamente incómodo sin la posesión. También en Málaga (47%) manejó menos.

De hecho, desde que llegó JIM el Zaragoza solo ha tenido el balón más que el rival en tres partidos además del inicial ante el Lugo. Los tres fuera de casa y saldados con derrota. En Albacete, la ineficacia ofensiva inutilizó un 64% de posesión, al igual que en Oviedo (62%). En Vallecas, el Zaragoza, con un 56% de control, se dejó remontar un 0-2 a favor.

El cambio de tendencia es evidente. Con Baraja, el Zaragoza quería el balón y, de hecho, solo ante el Almería (48%) y en casa contra el Mallorca (42%), su índice de posesión fue inferior al del adversario. Iván Martínez, sin embargo, alternó posesiones altas (60% ante el Oviedo en casa) con otras bajas ante rivales de entidad (42% en feudo del Espanyol, 37% en Gijón o 34% en casa frente al Rayo). JIM, ahora, parece tener claro que la mejor fórmula para ganar pasa por el orden atrás, la solidaridad y cierta renuncia al balón para refugiarse en un juego más directo y menos elaborado. La decisión tiene sentido a tenor de los graves problemas en el juego estático evidenciados por el Zaragoza a lo largo de la temporada. Ahora, el peligro llega a través de transiciones rápidas (gol en propia puerta de Álvaro ante el Rayo), llegadas por banda (Bermejo ante el Logroñés, James en Málaga, Alegría frente al Tenerife o Narváez en Vallecas), penaltis o balón parado (Jair en Sabadell, Vigaray en Málaga o Peybernes al Mirandés.