Definitivamente, el Real Zaragoza es un equipo casero al que le gusta la tarta de manzana de la abuela Nicanora, las galletas de la tía Rosario y la pizza Tarradellas. Fuera de ese entorno acogedor, del fuego del hogar y del calor del horno, se convierte en un conjunto vulgar, en una hormigonera lenta y tímida esté delante el Bar§a o, como ayer, el Racing, que antes de empezar el encuentro era el colista de Primera División. Es alguien importante en La Romareda, pero lejos de su viejo estadio descubre su fobia por los viajes, por la incomodidad de jugar en campos y ambientes hostiles. En sus cuatro desplazamientos sólo ha sumado un punto, en Málaga, sólo ha dejado su portería incamulada en una ocasión, también en La Rosaleda, y sólo ha marcado un gol, en el Camp Nou y para nada. En El Sardinero quedó bastante claro que es el invitado perfecto de esta Liga: si lo dejas solo noventa minutos frente a la caja fuerte, no sólo no se va a llevar nada, sino que además dejará propina junto al collar de perlas.

Está bien que reserve lo mejor de sí mismo para su afición, pero no estaría de más que, de vez en cuando, frente a adversarios tan limitados como el Racing, pegara un golpe en la mesa y se llevara la victoria. Quienes sacudieron primero fueron los cántabros, una bofetada que el Real Zaragoza le cogió preparando el desayuno, recién levantado. El gol de Regueiro a pase del otro carrilero racinguista, Pedro López, fue una carga excesiva. Quedaba un mundo por delante, pero al equipo de Víctor le entró la morriña y se volvió a acostar, dejando que pasaran los minutos sin creerse ni siquiera el empate frente a un enemigo discreto que se amparó en tres centrales y un correcto contragolpe para hacer de su ventaja un obstáculo insuperable.

Víctor Muñoz colaboró a la atonía de la muchachada, que parecía, salvo Luis García y Savio, bajo los efectos de una sobredosis de cloroformo. Se sabía que el técnico introduciría cambios en la alineación para amortiguar la erosión de tanto torneo. No se sospechaba, sin embargo, una rotación que no la mejoraría ni el cuello de la niña del Exorcista : cinco caras nuevas, algunas esperadas como las de Soriano, Cani o Toledo, otra que fue una ligera sorpresa, la de Oscar, y por último, la de Drulic, un futbolista que cuando aparece en el once hace que todos los sismógrafos del mundo coincidan al localizar el epicentro de la catástrofe.

El entrenador amputó cualquier posibilidad ofensiva porque Oscar está para ir cogiendo ritmo junto a alguien que le proteja, y esa compañía no es precisamente Drulic. Sin Villa, ni Galletti, ni Javi Moreno, y con el tanto en contra en el minuto 4, Cani se dejó ver en un intento de prolongar sus buenos diez minutos contra el Utrecht. Su brillo sigue siendo lánguido, como un faro con anemia, y, al igual que siempre, quien asumió los galones fue Savio, cuyos huesos deben de ser de una extrema calidad, porque su resistencia fue puesta a prueba en varias coces de los cántabros. Anda bien de calcio el brasileño y ayer puso la única nota discordante en un Real Zaragoza insustancial y apocado, incapaz de llamar a la puerta de Aouate.

La defensa, que era la única línea que se podía considerar fija, tembló como un flan. Toledo le abrió la puerta a Pedro López en el gol, pero los otros tres suramericanos, Ponzio, Alvaro y Milito, tampoco hubieran sido contratados como guardias de seguridad en una jardín de infancia. El Racing, entusiasta y con poca malicia, los trajo a todos de cabeza, con Aganzo dándose un atracón de regates. Si no llega a ser por Luis García, el primer triunfo de los santanderinos en casa desde el 22 de febrero hubiera sido más hiriente. Tres inteligentes y oportunas salidas del área del portero y una magnífica intervención frente a Benayoun le elevaron muy por encima del rendimiento del resto de sus compañeros.

SIN FLUIDEZ El juego del Real Zaragoza tampoco anduvo fluido en el centro del campo. La pelota cogió kilos en los pies de Movilla y de Soriano, muchas veces víctimas de la actitud estática de los hombres de arriba. Antes de que finalizara el primer tiempo, Víctor puso a calentar a Villa, y en el descanso Galletti y Javi Moreno arrancaron los motores para aparecer en cualquier momento. Esa rectificación se puede interpretar como a uno le venga en gana, aunque la reflexión conduce al mismo callejón sin salida: el conjunto aragonés tiene una base para competir, algunos jugadores para acompañar y mucho relleno. Demasiado poco equipaje para tan largo viaje.

Con los mejores no se mejoró nada. Villa, tras una asistencia de Cani, rozó el empate con un disparo que Dudu despejó con los pies, y Galletti y Javi Moreno, ya en el campo, se desintegraron ante un Racing blindado para defender su tesoro como un Gollum . Se sucedió el fútbol estúpido, las idas y vueltas a ninguna parte, y el desmoronamiento del sistema defensivo, que, por fortuna, halló en Luis García a un valioso protector. El Real Zaragoza iba de pesca a El Sardinero para conseguir su primer triunfo a domicilio y acabó picando el anzuelo de un rival más listo, atrevido y ambicioso.

En ocasiones es mejor ni salir de casa, debe pensar este Zaragoza que en La Romareda se atraganta de galletas de la abuela Nicanora y fuera las regala a dos manos.