El voltaje de los austriacos, un equipo de chispazos con una naturaleza tan ofensiva como poco ortodoxa, electrocutó al Zaragoza, que volvió a enfundarse en el Ernst Happel ese traje de equipo sombrío, lento y afectado con el que vagabundea y pierde lejos de La Romareda. Una vez más el conjunto aragonés fue un grupo impersonal frente a un enemigo que se arropó tras un plan conservador y paciente, a la espera de su oportunidad. Contagiado por el paso cansino del Austria, el equipo de Víctor aceptó el ritmo sin prisas y sin riesgos, demasiado convencido de que la tregua, el empate, no era un mal resultado. No lo fue hasta que Gilewicz, en el minuto 70, cruzó un balón lejos del alcance de Luis.

El Real Zaragoza sumó una doble derrota en Viena: la pérdida del encuentro y la del liderato del grupo tras la victoria del Dnipro en el campo del Utrecht (1-2), lo que le obliga a mayores esfuerzos en el futuro contra los ucranianos y el Brujas. No corre peligro la clasificación, pero se tuercen los caminos y se hacen más sinuosos para alcanzar la primera plaza, la que reserva enemigos hipotéticamente más sencillos en la siguiente ronda. También dejó parte del prestigio que se había ganado el pasado domingo contra el Sevilla con una actuación redonda. Una doble oportunidad en la primera parte de Javi Moreno y Villa que el portero Didulica resolvió con una par de magníficas intervenciones resumió todo el poder atacante del Zaragoza. No sólo fue cuestión del escaso arsenal intimidatorio, sino de ese erróneo pacto de no agresión que, al final, le hirió de muerte.

AGOTADOR Otra vez, y ya resulta agotadora la búsqueda de explicaciones, la escuadra aragonesa se hizo irreconocible lejos de su estadio. El Ernst Happel, medio vacío, no provocaba presión psicológica alguna, y el Austria, que en toda su historia jamás había ganado a un equipo español en competición europea hasta anoche, sólo creció en la medida en que el Zaragoza se fue arrugando. La brusquedad del cambio de personalidad cuando se juega como local o como visitante quizá se explique en que la valoración cualitativa de los futbolistas no es tan grande como aparenta. La clave puede estar en la actitud, o en la inmadurez, de un grupo de jugadores que proyecta su ambición al amparo de su hinchada y que se desinfla si no tiene su ánimo. Seguro también que en un plantilla siempre corta. La cuestión es que el equipo de Víctor Muñoz empalideció en un escenario y contra un adversario que en un principio se antojaban ideales para conseguir el primer triunfo a domicilio. Esta historia cansa como el partido de ayer, pesadote y muy plano.

Feo, sobrecargado de imprecisiones y temores, el encuentro se detuvo en dos equipos que evitaron la batalla a campo abierto. El Austria se sostuvo en un plan ordenado, muy decoroso, siempre con Vastic como referencia creativa, mientras que el Zaragoza se acostó sobre ese juego tramposo, condicionado por su escasa profundidad y un balón que, por momentos, pareció medicinal en sus botas. Sin agobios pero pendiente de un rival que iba creciendo en su descaro, el conjunto aragonés acusó la intrascendencia de su centro del campo, donde ni Zapater ni Movilla pudieron ejercer control alguno. Pese a las galopadas de Galletti y Savio, la defensa del Austria Viena con, Afolabi y Antonsson disciplinados, vivió tan tranquila que no recibió un gol ante un contrincante que, confirmado, sólo pega en su campo.

UNA VELADA Como dos púgiles con sobrepeso en una velada de barrio, ambos equipos procuraron hacerse el menor daño posible. Pero al Austria se le escapó una mano en un rechace de Vastic que cayó a los pies de Gilewicz. Había cedido tanto terreno el Real Zaragoza y su interés por ganar había decrecido hasta tal límite que se puede decir que los austriacos se impusieron por inercia, por esa desenfadada manera de enchufarse de vez en cuando al partido con latigazos. Le dieron al interruptor en el momento justo, cuando su rival acolchaba la almohada y se metía bajo el edredón del empate. Fue un premio justo para su animoso fútbol contra un Zaragoza vagabundo lejos de su hogar.