La LFP abrió el melón de las investigaciones sobre supuestos amaños en el fútbol español y la Justicia ha entrado de lleno en diferentes encuentros al entender que había pruebas suficientes para ello. Hay incluso ya algún jugador imputado, pero es el Levante-Real Zaragoza de mayo del 2011 el que está concentrando el foco informativo por la relevancia del partido, por el alcance de los datos en manos de la Fiscalía Anticorrupción, por el nombre significativo de alguno de los futbolistas supuestamente enfrascados en el affaire y por la siempre mediática y polémica figura de Agapito Iglesias. La cuestión es que una vez más el buen nombre del Real Zaragoza está en entredicho.

Y al final, el verdadero Real Zaragoza, su escudo, su historia y su gente, no es más que otra víctima de la terrible manera de hacer las cosas del expropietario soriano, presunta en el caso que nos ocupa. El daño que Iglesias le hizo a la reputación de la SAD tardará en mitigarse, hasta que las decenas de consecuencias de su carrusel de incalificables actos se difumine con el tiempo. Mientras tanto, al Real Zaragoza no le quedará más remedio que convivir con este calvario que irá y volverá. Tardará, pero si la nueva propiedad hace las cosas como debe, si no repite errores ajenos, el club recuperará un día su histórica imagen y restañará todas estas heridas.