Cierren los ojos y piensen en ese momento en el que fueron felices. Aparecerá claro e iluminado por su memoria en el escenario de sus párpados apagados. Quizá viajen a ese instante en la infancia donde todo era más fácil, a la suave caricia del padre gruñón, a la mirada dulce de una madre querida, a ese primer beso amante, al día de su boda en Isín, al nacimiento del hijo, al aplauso recibido, al añorado abrazo del abuelo, a esa carcajada entre amigas, al lametazo de esa mascota, a la cumbre por fin conquistada, al concierto de su ídolo, a cualquier sueño realizado, al viaje a ese lugar donde sintieron la calma, a ese mundo sin mascarillas ni vacunas ni más muerte. Llegará.

O quizá no lo sepan pero ese día es este sábado. Esta misma tarde, sobre las seis. Entonces tocará abrir los ojos en la felicidad de una victoria histórica, de un momento único, tan increíble e irreal en el recuerdo como posible en el ahora. Que el Huesca gane al Real Madrid hoy es una posibilidad. Nunca estuvo tan cerca, porque muy pocas veces se ha abierto esta puerta y ninguna con estas vistas. Porque si el fútbol es simplemente un estado de ánimo, el Huesca viene desbocado, alegre, feliz, mientras el Real Madrid divaga taciturno en medio de una crisis de resultados y toda la inquisición pidiendo la cabeza de Zidane en bandeja. ¿Y por qué no soñar?

Fuera miedos, fuera temores. La victoria en Valladolid no solo rompió una racha de mes y medio sin vencer, también descargó el peso de la desconfianza y el mal fario. Las sonrisas volvieron a los entrenamientos en la confirmación de que el plan de Pacheta sirve para ganar, al que es posible agarrarse para luchar por la permanencia. No se ha hecho nada, poco, pero es mucho. Porque desprenderse de toda esa carga hace que ahora pueda ponerse cualquiera por delante. Sea el Madrid o el Brasil de Pelé.

La conciencia está clara. No se puede repetir la noche de Bilbao, esa llena de errores tras quitarse la espina de ese primer triunfo ante el Alavés. Pacheta ha inculcado un mensaje de guerra, sin euforia, en la que hay que ir batalla a batalla, sin mirar más allá y sin agachar la cabeza. Como esa noche en la que el rumano Rosu le metió tres a Casillas en Los Pajaritos con el Numancia de Pacheta, en el 2000. Quizá José le habrá contado esa hazaña a sus jugadores, el día que él, Pirri, José Manuel, Barbu, Nagore, Muñiz, Iñaki, Rubén Navarro... ganaron a Roberto Carlos, Figo, Guti, Hierro, Raúl y Morientes. Esa alegría para toda una vida.

Altas

Ha sido una semana atípica. No solo por el buen ambiente. También porque no ha habido caídos. Pacheta suma elementos y no resta como hasta ahora desde que llegó hace tres partidos. Recupera al infectado Real, al lesionado Sandro, al sancionado Ontiveros y al fichado Denis Vavro. El croata cedido por la Lazio ha sido el único refuerzo invernal para apuntalar una defensa que continuará, salvo enorme sorpresa, parapetada en tres centrales, donde Insua sigue de baja por covid. El plan ha salido bien y hay que repetirlo porque aporta serenidad de mente. Otra línea de tres en la medular donde aún no se plantea el dilema de recuperar a Mosquera (lesionado) o mantener a Doumbia como eje con Rico y Seoane. Arriba Rafa Mir llega efervescente con el balón firmado como trigoleador en Pucela a la espera de un socio entre Escriche, Okazaki (tocado), Sandro (duda) o incluso Ontiveros.

Más nombres y menos contentos trae el Madrid al Alcoraz. El temporal de críticas arrecian sobre el campeón de Liga tras descolgarse tan pronto. Se apunta a Zidane por no dar rotaciones, denostar a ciertos nombres y no mejorar a los jóvenes. Todo es mentira. Se le critica porque no gana, que es el evangelio blanco. Porque viene de perder con el Levante (1-2) como antes perdió con el Cádiz (0-1), el Shakhtar (2-3), el Alavés (1-2), el Alcoyano en Copa (1-2) o el Athletic en Supercopa (1-2).

Pero el Madrid sigue siendo ese que goleó 4-1 en la ida. El de Courtois, Casemiro, Kross, Modric y Benzema, El de Hazard lesionado. Sin Ramos. El de las 34 Ligas y las 13 Copas de Europa. El que va de blanco. El que aún puede ganar la Champions. El de los millones. Ese Madrid que perdió en los Pajaritos en el 2000 o hace dos años en Vallecas, la última vez que cayó ante un colista, ante ese Rayo de un Míchel recién destituido. Por soñar... Cierren los ojos.