El Huesca hizo lo que tenía que hacer para asaltar un Bernabéu medio vacío, para sorprender a un Madrid rebajado de potencial en el once por decisión de Zidane, que puso a su hijo en la portería y al inédito Brahim en zona de ataque. El conjunto azulgrana dio la cara hasta al final sin dejar por el camino ni un rastro de su condición de colista ni de las ansiedades que suelen maniatar a un conjunto en esa posición y con necesidades de máxima urgencia. Se adelantó en el marcador muy pronto con una asociación perfecta de sus guerrilleros, Chimy y Cucho. Supo reaccionar para igualar el choque con otro tanto de cabeza de Etxeita y dispuso de ocasiones para más. Pero se le cruzó el mejor Benzema posible para guiar a los blancos por un túnel muy oscuro. El francés atrapó una de esas actuaciones memorables y la exprimió para asistir dos veces y para firmar a lo grande la victoria en el último minuto. Nada que objetar.

El peor Real Madrid posible se encontró a uno de los mejores Huesca del curso, y muy pronto se tradujo esa realidad. Los blancos saltaron con el albornoz a disputar una pachanga, con Isco a cámara lenta y una defensa que parecía recibir premio por cada error. Ramos, Nacho y un Marcelo que solo puede aparecer en la alineación por caridad de Zidane, hicieron aguas por todas las costuras defensivas, lo que el Huesca supo interpretar a la perfección. El madrugador gol del Cucho castigó al equipo blanco, paquidérmico en las transiciones, previsible frente a la red de centrocampistas azulgrana y sorteando atrás todo tipo de regalos. Bien colocado, atento en los saltos para las ayudas y con un Santamaría ágil y despierto, se armó de paciencia y razones. Pero Benzema empezó a sentirse protagonista y jerarca de un conjunto que le necesitaba para todo: crear, descargar, asistir... Se fue de Etxeita, muy inocente en el intento de anticipación y fuera de zona, y provocó un seísmo finalizado por Isco.

Al Huesca le afectó poco y continuó a los suyo. Francisco ha logrado desalojar el fantasma de la clasificación de la cabeza de sus chicos y no se arrugan. Otra vez Benzema se metió en medio con zapatillas de ballet y esa clarividencia de ser superior: cabeceó un centro de Bale para entregarle el 2-1 a Ceballos. En esta acción la zaga oscense viajó distraída de palo a palo, desorientada por la marea de gestos de calidad. Con todo no se puede. Aun así, remó hasta empatar con un testarazo de Etxeita tras un saque de esquina ensayado, y se puso contestón en busca de los tres puntos porque intuía, con razón, que era el día para ganar en Chamartín y seguir creyendo en la salvación con lo que hubiera supuesto un golpe de efecto psicológico de ese tamaño.

De nuevo Benzema, con el segundero avisando del final del encuentro, cogió la pelota dentro del área ante una defensa del Huesca permisiva de nuevo y se sacó de la chistera un gol excelente. El equipo de Francisco recibió la estocada en una plaza mayor, en un Bernabéu donde dejó lo mejor de sí mismo, que sin duda no es suficiente para cumplir el sueño que se le escapó hace tiempo y que persigue con una enorme dignidad.