Más pegajoso que el Maradó, Maradó de Los Piojos. El ronroneo del estribillo de la victoria que no llega molesta en el pensamiento semanal del Huesca. Zafarse de ese soniquete ante el Sevilla, tan pesado como un marcaje al hombre de Martagón, Diego, Pablo Alfaro o Javi Navarro, supondrá una liberación de la que puede salir todo lo bueno.

Una cantinela machacona que quedará encerrada en el silencio durante al menos un minuto. Un minuto a una eternidad, a un mito insustituible, a un D10S sucio que no manchó la pelota. Un homenaje a esa dama redonda que El Alcoraz callado hará sordo en la tristeza por la marcha del cebollita de Villa Fiorito, del cebollitaPelusa que hace especial esta efeméride.

Será otra final que llega pronto y tarde a la vez (sábado, 18.30, Movistar LaLiga). No hay daños permanentes aún para el Huesca, pero la ansiedad convive con la concentración de cada preparación. Ganar, ganar y ganar vuelve a ser la obsesión para un equipo que, haga lo que haga, parece amarrado al mástil del empate. Soltarse esta mordaza ya es de nuevo el rumbo decidido para un grupo que sigue confiando en su planta, en su estilo y en su entrenador.

El Huesca ha hecho de todo. Ha remontado, le han remontado, ha dejado de ser un equipo que no marcaba y ahora lo hace, pero se descuida detrás, donde antes no lo hacía, aunque ya no es el más goleado de la categoría. Ha pasado de ser un constructor lento, engarzando pase tras pase, a ser uno vertical y directo. Ha ido acoplándose para reducir las grietas que aparecen en su camino de cenizas.

Y empatando siempre. La semana pasada, el viernes en Pamplona, se puso pronto por delante, controló a su adversario en la primera mitad, casi consigue rematarlo sin procrearse en el toque ni acumular disparos sin puntería, como se le pedía, pero más tarde se diluyó en la ausencia de músculo, en un arrebato ofensivo de Osasuna que no supo paralizar con su mejor arma, la posesión del balón.

Se presenta esta nueva oportunidad como un reto de mayor exigencia, ante un adversario con cara y cruz en la competición, que viene de dos victorias en la Liga pero de tres desplazamientos sin ganar. Que cuenta con la pesadez de un desplazamiento de ida y vuelta de 10.000 kilómetros, los que distan desde Sevilla a Krasnodar. Un vigente campeón de su sexta UEFA que se ha acostumbrado a recoger las miguillas que le han dejado los grandes en los últimos años. Un adversario al que ya se ganó cuando vino con el mismo perfil imperial hace dos temporadas. Ya no estará el Chimy para marcar el gol del triunfo en el minuto 98, como entonces, pero estarán otros a los que les valdrá ese final feliz o cualquier otro que retenga en El Alcoraz los tres puntos, rompa la racha maldita de ser el único equipo de la competición que no sabe celebrar una victoria.

La semana amaneció con la buena noticia del retorno de Gastón Silva, que se perdió el anterior choque, aunque es uno de los fichajes menos utilizados. Míchel podría afinar cambios en defensa y ajustar desequilibrios con un Borja que no brilla y un Okazaki que podría recuperar al once.

El secreto de Híspalis

El Sevilla viene de obtener en Rusia su sexto sello a los octavos de final de la Champions. 1-2 en Krasnodar con gol en el descuento. Vale. No tanto la luxación de codo que dejará durante diez semanas fuera a Escudero, baja para Huesca como los contagiados por el virus (Bono y Carlos Fernández) y los lesionados Suso y Marcos Acuña.

Lopetegui manda en una plantilla que ha recuperado al croata Rakitic y sigue cotizando calidad con Jesús Navas, De Jong o Koundé. Fuera de casa solo han ganado un partido, en Cádiz (1-3), aunque vienen de hacerse fuertes en el Pizjuán, con victorias ante Osasuna (1-0) y la última frente al Celta (4-2). El marroquí En-Nesyri es el pichichi. Y a Maradona en el recuerdo. De todos.