Dos partidos y dos caras. De señales de esperanza a cierta decepción. El Huesca ha saltado de un polo a otro en un inicio de temporada donde suelen pasar estos terremotos. Si contra el Villarreal acertó en la estrategia y capturó un empate de mucho mérito (1-1), ante el Cádiz se revirtió la realidad con una derrota agria (0-2) ante un hipotético rival directo y por el absoluto dominio táctico andaluz.

Buscar un equilibrio será la solución para no deambular entre ambas emociones. Lógicos son estos vaivenes por las premuras de la competición y, sobre todo, por la genética de ambos partidos. Nada que ver lo que tuvo que afrontar el Huesca con roles que entran en contradicción. Mientras en La Cerámica se vio beneficiado por su condición de teórica víctima, cediendo la alternativa y buscando errores ajenos, en El Alcoraz no resistió el pulso de ser el protagonista, de manejar la pelota y lanzarse hacia la portería opuesta.

Las estadísticas remarcan la frontera entre ambas personalidades. En Villarreal el Huesca no tuvo que hacerse con el mando de las operaciones, acumulando únicamente el 34% del tiempo de posesión del esférico. En casa tenía que ser el mandamás del ritmo y este dato se infló hasta el 71%.

El problema fue la clarividencia para atacar con más o menos espacios. Cuando los tuvo, en La Cerámica, pudo desplegar un ataque más rápido y mordaz, más vertical. Ante un Cádiz pertrechado en dos trincheras defensivas acusó la falta de terreno y décimas para pensar, de chispa, de una jugada como la de Ferreiro y Galán para el gol de Maffeo, de sorpresa.

Teniendo que trenzar con más paciencia las jugadas, porque no buscó otras alternativas más directas, no halló la velocidad ni la magia para concretar ocasiones. Casi ni las elaboró. En Villarreal se sumaron 10 remates a puerta y se forzaron hasta seis saques de esquina, mientras que en casa se quedó en cuatro tiros y sólo fue al banderín en dos ocasiones. Poco premio para tanta posesión acumulada y mucho mérito del planteamiento del Cádiz.

La cláusula clave en ambas fechas fue similar. Un factor que predomina en el deporte contra el reloj. Quien se adelanta imprime un subidón en sus posibilidades de triunfo. En Villarreal fue el Huesca quien perpetró la escapada en una situación idílica con ese zurdazo de Maffeo, antes del descanso, en ese gol que apellidan psicológico. En contraria postura se acomodó en El Alcoraz, presionado por la remontada. Casi recién nacido el encuentro, por un fallo propio de Andrés Fernández, la delantera la puso el Cádiz. Por el olfato de tanqueta de Negredo y por vivir a favor de marcador, una supervivencia a la que el equipo de Cervera está más que acostumbrado tras su ascenso a base de esperar y matar. Aunque ya nos hayamos acostumbrado, la ausencia de público perjudica en este aspecto, porque el aliento del público cuando van mal dadas suele inyectar de moral y chorro más de corazón ante las adversidades.

El equilibrio

El Huesca deberá encontrar un equilibrio entre los dos hemisferios por los que ha transitado en este inicio de temporada. Algo normal, nada reprochable, por la naturaleza de ascendido, por la idiosincrasia del fútbol, por la alternancia de responsabilidad entre ser local y ser visitante, por los tiempos de maduración y por mantener la puerta abierta a nuevas incorporaciones: un extremo, un delantero y un medio defensivo. Paciencia y trabajo son las soluciones.

Míchel se vio obligado a realizar más cambios de los necesarios. El más relevante fue el de Mikel Rico, por recorrido y jerarquía en el centro del campo, quizá el eslabón que más flojeó ante el Cadiz y cuya solvencia se aplaudió en La Cerámica. Sería excesivo aportar a este cambio todo el peso del resultado negativo. La entrada fortuita de Siovas no fue nada dañina y los cambios posteriores tampoco alteraron el rumbo del juego del Huesca. Eso sí, ante el Cádiz ya jugaron juntos los cuatro fichajes de este verano: Andrés Fernández, Maffeo, Siovas y Borja García. Este sábado ante el Valencia será una nueva ocasión para ver porqué vertiente sale el Huesca, en una cita propiciatoria para ceder terreno y morder a la contra. Queda mucha temporada.